Paralelismos
Vestida de negro acudo a un lugar de encuentro. A mil kilómetros, otras figuras vestidas de negro se dirigen a sendos lugares de reunión. Estoy serena, tranquila. Seis poetas, jóvenes, algunos muy jóvenes, lanzan al aire sus poemas. Unos, llenos de añoranza, otros con ironía y otros llenos de ternura. A mil kilómetros, las figuras negras susurran poemas oscuros que se pierden en el aire. Una poeta joven, casi una niña, nos habla de las manos de su abuela. Manos que acariciaron su rostro, sus cabellos, manos que la vejez han vuelto torpes, duras, pero que aún intentan acariciar el teclado de un ordenador. A mil kilómetros, unas manos jóvenes, fuertes, aprietan cinturones que oprimen el alma.
En mi lugar de encuentro, se rifan diez libros. A las 21.30, ¡el 70! Vaya, me ha tocado un libro. Unos segundos más tarde, ¡el 72! Qué suerte, a la compañera Ana le ha tocado otro libro. A mil kilómetros, otra rifa se está llevando a cabo. Se rifan balas. Ana y yo, con una sonrisa de oreja a oreja. A mil kilómetros, muerte, gritos, silencios, destrucción.
Llegué a casa. Normalmente, a esa hora me iría a la cama, pero tenía hambre. Me hice una tortilla francesa y puse la televisión. "Tu cara me suena". Un programa distendido mientras cenaba. Estaba contenta. De repente: "Interrumpimos la programación...". Esta frase también me suena. La noticia me dejó helada. La cara de la muerte, irónica y terrible, se mezcla con los personajes de "Tu cara me suena". Y sí, muerte, tu cara me suena, me harta. Soy incapaz de digerir tanta violencia física.
No pude seguir cenando. Me fui a la cama con dolor. La poesía, la tranquilidad, mi suerte en la rifa, todo quedó desintegrado por el efecto de la noticia sobre la masacre.
El sábado permanecí como hipnotizada ante la programación especial y lloré. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿En nombre de qué dios, de qué intereses, los humanos somos capaces de tanta barbarie?
Mañana el dolor se mitigará, iremos al cine, a las discotecas, a nuestros asuntos rutinarios y seguiremos viviendo. Seguramente, más pronto que tarde, otra noticia nos cortará el aliento. En este mismo momento, a mil kilómetros, la muerte está extendiendo sus alas sobre los inocentes, pero el mundo sigue girando impasible ante la tragedia humana.
Raquel Ortega Suárez
Oviedo
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