Maya ahora es eterna
En el escenario era una criatura divina y allí moría cada noche para volver a convertirse en el cisne más bello en la siguiente actuación. Pero ella también era humana y el cisne expiró por última vez el 2 de mayo de este año. El 20 de noviembre Maya Plisetskaya hubiese cumplido 90 años. Su vida fue tan fascinante que bien pudiera titularse: La agonía y el éxtasis. En nuestras interminables conversaciones siempre me decía "no quisiera que se olvidaran las cosas que te cuento. Que el mundo sepa que yo nací en una cárcel llamada la Unión Soviética y que
el comunismo asesinó a mi padre y que a mí madre la enviaron a Siberia".
Subtítulo: La divina bailarina divina y la mujer que sufrió
Cuando por fin Maya pudo reunirse con Nureyev en Londres (ella todavía era cautiva de los soviéticos) se dieron un fuerte y emocionado abrazo y exclamaron "maldito comunismo".
Pero Maya sobrevivió a esa tragedia gracias a su arte. Cuando se subía al escenario conseguía el estado de éxtasis con una lucidez intensa y un estado de plenitud que lograba que el público sintiera instantes de iluminación espiritual. Su elevación excepcional, impecable línea, exquisita feminidad, inspiración lírica y dramática, entre otras cosas, como sus brazos, que iban más allá de lo real, hicieron de ella una de las bailarinas más excelsas de la historia de la danza.
Maya, desde que te fuiste, sobrellevo con serenidad la tristeza de tu ausencia. En vida ya eras leyenda, ahora eres eterna.
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