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Impotencia ante la humillación

14 de Diciembre del 2008 - Manuel Antonio Nespral Prada (Moreda de Aller)

«La gitana pagó con 50 euros, le devolvió 45,02 de las compresas, le pidió dos de 10 y uno de 20 en vez de dos de 20 para la vuelta; dijo que no las quería, que eran muy caras, que en El Árbol valían menos, le sacó el tique para devolverle el importe suelto y le dijo que no, que quería uno de 50 otra vez; que te estás liando, te estás liando, que me diste 10...».

De esta manera tan sencilla se puede realizar un robo, no sin cierta habilidad con las manos y bastante sangre fría, el cual tuve la desdicha de contemplar de manera atónita como si de una escena de una película surrealista se tratara. Sucedió mientras hacía cola en un supermercado de mi localidad, la resumida introducción de esta carta que quizá ya hayan interpretado, con pasmosa tranquilidad y naturalidad por parte de la sustrayente, como si fuera habitual en su devenir diario obrar de tal manera. No resultó extraño que se dispusiera a pagar con un billete de 50 euros los dos paquetes de compresas, al menos no tanto como su empeño en que le entregaran dos billetes de 10 euros en el cambio, pero lo que sí resultó extraño fue que empezase a protestar por la cuantía del importe de los artículos cuando ya tenía el cambio y el tique en la mano (la cajera te menciona el importe antes de cobrarte) y que alegase que si estaba mal cobrado, que si había una oferta, que si era muy caro o que si estaba más barato en otro establecimiento...

Con las mismas, dice que no quiere los artículos y que le devuelva el dinero, preguntándole la dependienta si no se lleva al menos uno de ellos al tratarse de un producto tan puntual, la clienta insiste en que le devuelva el dinero, que no se lleva ninguno. La cajera comenzó a tramitar la devolución anulando la compra y devolviendo la cantidad anteriormente cobrada, 4,98 euros y el tique correspondiente, y también a intranquilizarse un poco al insistir dicha clienta que quería el billete de 50 euros en vez de las dos cantidades de dinero (el primer cambio y la devolución). En ese momento, me fijo en el billete de 50 euros que la cajera «devuelve» a la clienta con una mano, mientras que con la otra recoge el dinero que estaba en las manos de la misma junto con un monedero de gran tamaño.

-Que te estás liando.

-No, me estás liando tú.

-Que te estás liando, que me diste 10.

Y en la mano tenía un billete de 10 euros y el de 50 euros se había esfumado, incluso me agaché para mirar debajo del monedero intentando descubrir dónde lo había escondido, totalmente convencido de lo que ahora estoy describiéndoles, mientras que la cajera le entrega otro billete de 50 euros de la caja disculpándose.

En el momento en que puso un pie fuera del establecimiento, le comenté en voz baja a la cajera lo que pensaba que había sucedido, quedando ella también en dudas de la operación realizada, al tiempo que se presenta otra vez ante nosotros la ladrona vociferando que ella sólo tenía 50 euros, aireando el monedero abierto haciéndolo constar (ni un mísero céntimo cayó de él) y pregonando que ella era honrada, que era honrada...

Concediendo siempre el beneficio de la duda, ya que cualquiera puede confundirse o creer haber visto una cosa y ser otra la que ha ocurrido, le mencionamos que no estábamos hablando de ella y que se equivocaba, e intentando eludir sus comentarios, realicé mi compra y me fui del supermercado aguantando en la vía pública sus improperios y comentarios durante un trecho, llegando casi a colmar mi paciencia ya que estaba totalmente seguro de lo que mis ojos habían visto.

Ha sido precisamente ese descaro el que me ha llevado a escribir esta carta, el cinismo y la desfachatez con los que actuó tal persona (por decir algo), la impotencia y malestar que yo sentí de no poder hacer nada por impedir y demostrar el hurto, y, por supuesto, la humillación que debió sufrir la chica de la caja al comprobar, al finalizar su jornada laboral y hacer recuento de los ingresos, que faltaban 40 euros del interior de la caja, hecho que ella misma me comentó unas dos semanas después de tal suceso durante otra compra que estaba realizando y que supongo que tuvo que reponer de su propio bolsillo.

Espero que no me trate de racista o xenófobo, términos utilizados hoy en día con gran facilidad, ya que podía haber sido realizado (el robo) por cualquier persona de cualquier tipo, etnia o raza, sólo narro lo que ha sucedido de la manera más literal posible (yo era el siguiente en la cola del establecimiento), pensando en cómo es posible que se produzcan actos similares a éstos con total impunidad y exención de culpa por parte de los delincuentes. ¿En qué mundo vivimos?

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