Cuarenta años no son nada
En primer lugar, aunque el comentario no tiene nada que ver con la carta, quiero felicitar al señor alcalde de Oviedo, Wenceslao López, por haber mandado callar a Podemos y sus ínfulas, con la elección directa de cuatro directores generales afines.
Se cumplen ya 40 años de la muerte de Franco. Es una fecha en la que todo el mundo pregunta ¿usted qué hacía cuando murió Franco? Yo no sé lo que harían ustedes, pero para mí fue la crónica de una muerte anunciada, llevábamos muchos días matándolo. Según Radio París, ya había muerto y lo estaban ocultando, por eso cuando Arias Navarro dio la noticia, más o menos lo esperábamos. Lo que sí recuerdo es que muchos compañeros celebraron dicha muerte; a mí no me pareció que celebrar la muerte de un dictador en la cama fuese algo para celebrar.
Vivir la muerte de Franco con 20 años, esa edad abierto a todo, y la ley de reforma política y, con ella, la Constitución fue el pistoletazo de salida a un mundo deseado. Democracia, pasábamos de recibir palos y toletazos a sentirnos libres y dueños de nosotros mismos.
Hoy leo en una estadística que la mayoría de los jóvenes no sabe muy bien quién era Franco. Para unos, un asesino; para otros, un amigo de Mussolini; otros, incluso, lo recuerdan como alguien que gobernó este país con mano dura y nos salvó de entrar en la Segunda Guerra Mundial.
Desde la muerte del dictador han pasado muchas cosas. Autonomías, socialismo en el poder, caída del Muro de Berlin, etcétera, pero, sobre todo, ha pasado casi una generación.
Cuando todos creíamos que con la ley de la reforma política habíamos enterrado otros 40 años de nuestro pasado, alguien utiliza la ley de la Memoria Histórica para mantenerse en el poder, sin darse cuenta de que ha abierto la caja de los truenos, el volver a las dos Españas de Machado.
Lo que en muchos países 40 años es historia, en España son un suspiro.
Lo único que espero es que con la cacareada crisis no aparezca otro salvador que vuelva a repetir el pasado.
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