¿Hasta cuándo la discriminación por el color de la piel?
Ante el disgusto, malestar, indignación... que tengo en este momento, no puedo evitar otra cosa que dirigirme a un medio de comunicación y "gritar" a los cuatro vientos la zozobra que me produce ver a mi hija padecer algo parecido a lo que sufrí yo en su día. Poniéndoos en situación, soy una chica nacida en República Dominicana que vino a vivir a Avilés cuando tenía 3 años, en 1987 para ser exactos, una época en la que ver a un negro era parecido a ver una gallina en un piso. En un principio, me matricularon en un colegio público, en el que el recibimiento fue un par de piedras sobre mi cabeza e insultos varios, como "negra,vete a tu puto país". Sé que los niños son crueles, pero no creo que esas palabras fueran adquiridas en el ámbito escolar. Ante tal avalancha de improperios, decidieron cambiarme a un colegio concertado, en el que parecía que todo iba bien, con insultos esporádicos, pero sin palizas como en el otro centro. Lo máximo que me sucedió a nivel físico fue en una clase de rugby en la playa, en la que un listo me hizo un placaje que me dejó sin respiración durante unos segundos; en ese momento no le di importancia y pensé que el juego era así, pero hace un par de años, hablando con una de mis mejores amigas, me comentó que aquel ataque en la actividad extra-escolar se debió a que era negra -no era de aquí- y por hacer la gracia me eligió a mí como conejillo de Indias. Mirad si soy ingenua que pensé que las risas de ese día de mis compañeros fueron porque pensaban que era muy floja y no por ver mi piel con más melanina que la de ellos. Ahora lo que quiero denunciar es lo que le está sucediendo a mi hija de 6 años. Hace una semana la inscribí en un equipo de fútbol; el primer día parecía que todo iba muy bien, hasta unos minutos antes de que acabara la clase, en que una de las niñas tuvo que hacerla sentir diferente o no sé cómo definirlo exactamente, queriendo herirla llamándola gitana y fea, además de aconsejarle que se fuera de allí. El segundo día de entrenamiento ya habían marcado su territorio, en el que mi hija no era bienvenida, queriendo hacerle el vacío, pero ella no se rendía e intentaba integrarse. Pero hoy fue ya la gota que colmó el vaso, fueron las palabras hirientes de otra de sus compañeras al decirle "negrita, tú no tocas el balón". Imaginaos lo que sentí en esos momentos al ver la cara de tristeza de mi hija, no puedo evitar llorar al recordarlo. Y ver la indiferencia de los padres, que ni se inmutaron ante tal situación. No entiendo qué clase de educación reciben esas niñas por parte de sus progenitores, no lo entiendo. No entiendo cómo en el siglo XXI todavía hay personas así, que les importen tan poco los sentimientos de los demás. Personas que, seguramente, tengan algún familiar que tuvo que emigrar para tener una vida mejor, y no creo que fueran discriminados por su color de piel. Yo, que soy del pensamiento de "nun yes de d'onde naces, yes de d'onde paces", y que me considero asturiana cien por ciento, educo a mi hija con valores como el respeto y la empatía. Ya sé que no puedo pretender que no ocurran estas cosas, pero sí me gustaría que alguno de esos padres que educan a sus hijos marcándoles diferencias entre personas según su conveniencia se pusieran en mi lugar y, sobre todo, en el lugar de mi hija.
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