El panorama no es ilusionante
Cercanas las elecciones generales del 20 D, que parecían iban a transformar este país, eliminando la podredumbre arrastrada desde una transición mutilada por el franquismo, existe una disputa mediática a través de las encuestas electorales, que no hace presagiar ningún cambio y pretende condicionar el voto indeciso hacia las mayorías.
Porque a pesar de los intentos iniciales de alguna formación política de nuevo cuño, las cosas se presentan como siempre; el gobierno de Rajoy alabándose de los éxitos conseguidos en su mandato , que en este caso solamente han servido para destruir lo conseguido y la oposición socialista prometiendo lo que no hizo cuando gobernaba.
Pero casi todo el mundo fía el cambio a los partidos llamados emergentes como Ciudadanos, que no es más que una operación de marketing surgida desde los intereses conservadores, para tapar el agujero de votos que tiene el Partido Popular. ¿Sino cómo se entiende que una formación sin estructura ni implantación nacional, se convierta en alternativa de gobierno en menos de un año?
En el caso de Podemos, que arrancó como un vendaval de aire fresco y renovador de las viejas formas de la política, se ha desinflado por hacer lo mismo que criticaba: fichajes a dedo, rebobinar sus promesas y convertir a su líder en el único referente de sus ideas. Luego les ha pesado la soberbia, para no entender la necesidad de unirse para sumar.
El PSOE saca a un candidato nuevo, con la pretensión de renovar el discurso y alejarse de los errores del pasado, pero con miedo a salirse de la ortodoxia económica. Para no asustar a los poderes fácticos, lleva en la caravana electoral a quien traicionó el cambio en este país, Felipe González.
Queda IU, con un candidato joven, serio y capaz; pero cogió el relevo un poco tarde, cuando ya había ocupado el espacio televisivo el de la coleta, que resultaba muy rentable para las corporaciones mediáticas. Solamente salvando los muebles ahora y persistiendo en la transformación real de la organización, conseguirá Garzón llegar más alto.
El panorama como se puede ver no es muy ilusionante, pero a los que vivimos el proceso democrático, nos obliga a seguir intentando corregir una democracia lastrada por los vicios del poder y la corrupción, para dejar a las nuevas generaciones un país más justo, solidario y respetuoso con la dignidad de los/las trabajadores y pensionistas.
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