Una Navidad descristianizada
Esto es lo que pretenden ciertos políticos, alcaldes de ayuntamientos, cuya progresía anticatólica es un mal de moda hoy en la izquierda carpetovetónica, sobre todo en la extremista y radical. Y en ello llevan la palma la alcaldesa de Madrid, la de Barcelona y el alcalde de Cádiz, pintoresco personaje con pendiente a la oreya. La regidora de la capital de España, la señora Carmena –que debe el cargo al señor Carmona–, ya ha anunciado que esta Navidad prohibirá la instalación del belén en el palacio de Cibeles, tan tradicional y estimado por los madrileños. Estas chorradas políticas son las que verdaderamente preocupan a doña Manuela, que está consiguiendo el descontento de los madrileños, castizos ellos, enamorados de su ciudad. Y esto lo acabamos de comprobar. El gremio de los taxistas está que brama, y uno de ellos nos decía que Madrid "está hecho un verdadero asco". Cierto. Aquel castizo y alegre Madrid del organillo, el chotis, el Pichi y la verbena da verdadera pena. ¡Ay, señora Carmena!
Sí, la operación "anti Navidad" está en marcha ya en otras ciudades, además de Madrid. En Barcelona, la muy ilustre y ponderada señora Colau ha arremetido contra toda clase de símbolos y de cuanto es representativo de la España constitucional impune y desvergonzadamente, amén de todo aquello que se refiere a la Iglesia católica, contra la que han abierto la veda los ediles y gobernantes extremistas. "Cacería" que, en cambio, no hacen a otras religiones, por ejemplo, como la mahometana, porque saben que les pueden cortar la gaita. Una triste Navidad va a ser ésta en esas ciudades en las que gobierna el extremismo radical, sin belenes, sin villancicos, sin Reyes Magos –entrañable ilusión de todos los niños–, sin esa alegría y felicidad que suponen un bálsamo, un paréntesis ilusionado en los difíciles momentos que vivimos, malvivimos, tanto en el orden social como en el económico y político.
Navidad y elecciones, turrón y urnas, y una gran preocupación e inquietud en el ciudadano no politizado, el currante, el exprimido contribuyente, por el resultado que puedan tener estos importantísimos comicios –de "comer" para tanto chorizo y sinvergüenza–, en los que este país se lo juega todo. El resurgimiento de sus cenizas de tan caótica situación económica y política o su precipitación a la ruina y a su desintegración territorial. Tremenda y desoladora incógnita la del 20-D. Bueno, pues que la Navidad todo lo cambie y que en las urnas resulte ganadora la candidatura de su paz.
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