El pan nuestro de cada día
Necesitamos un pan que no sea duro como una piedra y un corazón que acompañe. Necesitamos una bolsa llena para repartir y compensar el saco de piedras que nos hunde en medio de la opaca individualidad de los otros. Hay gentes opacas que pernoctan en soportales y deambulan por el día buscando lo que otros dejan. Son gentes que lo único que les queda es la libertad de decidir dónde sufrir su noche oscura sobre cartones envueltos en papel de periódico. Son resignados forzosos a un descanso de otro tipo. La angustiosa hambre de afecto e igualdad los ha hecho opacos en su delgadez social. ¿Por qué no establecer un pan nuestro de cada día mínimo y suficiente? No hace mucho los que hablábamos de un impuesto negativo o de una renta básica éramos unos atrevidos desquiciados; ahora es tema de debate electoral. Pero no soñemos, previamente hemos de tirar del carro para competir con los de fuera y ganar riqueza; porque vender dentro no es riqueza: es ensueño. Y para la riqueza se necesitan inversiones emprendedoras. No se puede dejar abandonada a la gente sin esa rentable inversión que es la formación para ejercer una actividad productiva y así obtener un empleo; pero peor es que lo obtengan fuera. Por eso, deberíamos instaurar empleo para formación: trastocando la actual formación para el empleo. El desarrollo tecnológico nos quita empleos y los asalariados pueden estar en peligro de extinción, pero no así la actividad productiva, con su automatización. No queda otra: habrá que invertir en formación, investigación aplicada y automatización de procesos de fabricación; pero no automatizar los servicios: ahí se quiere a personas. No malgastemos dinero en subvenciones ineficaces a entes egoístas, invirtamos en la gente. Si dejamos a la gente tirada sin actividad ni pan, no tenemos perdón.
En el caso de la ofensa y el perdón, cada persona puede situarse en alguno de los 64 estereotipos que configuran ocho variables lógicas: una única externa y siete internas que dependen de nosotros mismos. Así, un estereotipo sería: los que ofenden (1ª, externa) y quieren ofender (2ª, interna); los que no perdonan (3ª, interna) ni quieren perdonar (4ª, interna); los que se ofenden (5ª, interna) y quieren ser ofendidos (6ª, interna); los que se perdonan (7ª, interna) y quieren ser perdonados (8ª, interna). Es todo un campo emocional dinámico en torno a la primera variable, consecuencia de nuestros actos. Confiar en la capacidad de resolver problemas sin ofender es necesario para actuar confiando en el perdón si hay equivocación. Al final, quien nos odia sabe la causa. Pero también hay que detener la agresión y paliar su motivación. No estoy diciendo que nos dejemos crucificar, sino que nos alcemos contra el violento de forma firme e inequívoca; que prevengamos la violencia declarando la guerra al hambre y a su desigualdad: tomando medidas contra ello y no sólo contra la ofensa. Si no lo hacemos, no tenemos perdón. Debemos centrarnos en no dejar a la gente sin el poco pan de cada día para no ofenderla y, así, no situarnos en un estereotipo no deseado. Porque el derecho a existir no es un donativo o subsidio, es un derecho a alejar la necesidad para poder traer la alegría de la actividad productiva que beneficia a todos eligiendo la vida. Por eso concluimos: ...dánoslo hoy. La Humanidad ha sobrepasado su pico de petróleo y gas: ¿habrá sobrepasado también su pico de humanidad y perdón?
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