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Cambia el discurso sobre las causas de la decadencia del urogallo

9 de Diciembre del 2015 - Eduardo Bros Martínez (Oviedo)

Se modelan en el discurso, invocan otras causas, dando paso en las exposiciones emitidas a evidencias más cuantitativas que la meramente protocolaria actividad cinegética, por quienes antes, no siendo objetivos, achacaban todos los males, causante directa y principal, según había señalado un farragoso informe emitido desde la lejanía, caracterizado de científico sobre la pérdida de valor numérico en la zona cantábrica española de la especie urogallo.

Evidentemente, en la actualidad, las sensaciones que se fijan es que se aprecia un giro liviano descompresor en la concesión a la caza del dudoso honor de haber tenido parte única en tan notable declive del ave referenciada. Se debe considerar que la réplica levantada por el mundo de la venatoria ante una imputación de estas características, tan falta de sustancia, ha hecho mejorar la ratio de credibilidad que le otorga el oficio de su buena práctica, cuestión que ha propiciado que salgan a la luz pública objeciones más determinantes en la estrategia de definir con mayor y mejor evidencia la percepción real del peligroso retroceso demográfico de esta galliforme, abocada a su desaparición; distintivo sin duda, de causas de fuerza mayor, como parece que fue la endogamia (coincidencia ahora de varios analistas), entre otras, que no fueron incluidas, bien por acción u omisión interesada, aunque, insisto, se tiene que considerar, incorporando el catálogo de fundamentos a una de las más primordiales, alusiva a la inadecuada gestión de la depredación.

Se había constituido en sistemático el grado de culpabilidad atribuido a la caza por algún que otro pretendido prócer de la cultura del urogallo cantábrico con dotes sofistas, aquellos supuestos instruidos en el caso, convertidos en especuladores de una situación, sobre la problemática que rodea a la dificilísima supervivencia por la que atraviesan los escasos individuos que aún quedan de este extraordinario emblema como especie que nos tiene regalado la naturaleza a los asturianos; antaño ocupando y colonizando bosques de haya, abedul y robledales de la cordillera Cantábrica.

En absoluto es casual que casi todos los que tuvieron algo positivo que decir y hacer hayan brillado por su ausencia en el tiempo y en las formas que se requerían para, cuando menos, intentar atajar la pérdida de población del urogallo. Una desatención altamente llamativa que hay que lamentar. Hoy, la precariedad en la que vive el urogallo cantábrico les produce vértigo.

Es sospechoso que en estos tiempos de extrema penumbra para el "gallo montés" asturiano, en donde las críticas llueven con fuerza hacia los responsables de su conservación, salgan en tromba, una vez producido el daño, considero a destiempo (algo así como celebrar la suerte a toro pasado), naturalistas, educadores, licenciados, politólogos y una suerte de encaramados en las prebendas de subvenciones públicas y privadas a fines conservacionistas, dando a entender que estas cosas que sucedían en torno al urogallo ya eran de dominio público.

Los esfuerzos de la Administración regional y filántropas llamadas al caso por recuperar este icono de la biodiversidad asturiana parecen, por el momento, baldíos, aunque sostengo que no tanto, si debemos considerar que, tal vez, aún es pronto para recoger los resultados que se esperan obtener del programa que se está llevando a cabo, el cual, cabe pensar, tenga en su activo como objetivo primario y fundamental frenar el proceso de desaparición.

Una magna operación, cuantiosa ahora en apoyos financieros, difícil, muy difícil de sacar adelante, consecuencia lógica de no haber hecho por nadie, con anterioridad, absolutamente nada. El daño producido por la inhibición de diversos sectores competenciales, en este asunto, es de cariz complicado de entender, a la vez que muy arduo, por no decir imposible de reparar. Será fundamental el tiempo y realizar trabajos preventivos en grado de máxima intensidad en todos los sentidos y por todos los sectores de la sociedad.

Eduardo Bros Martínez

Oviedo

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