Maruja y Manuela
Maruja Torres pasó por La Sexta para promocionar su libro "Manuela Carmena en el diván de Maruja Torres", doméstico tratado de lo divino y de lo humano en el que no podía faltar el entrañable marujeo de sexos. De los suyos, que los tienen más a mano. Con inocente simplicidad bascula Maruja la gazmoñería del editor, que le puso "yo a la penetración le tengo cariño", donde dice que dijo "me gusta que me la metan y se queden un ratito". No fuera la certeza de morir lapidado por machista, le preguntaría uno dónde y si no es mucho pedir un ratito en un tiempo que se corre con presura.
Cosa que viene de antiguo: "Fugit tempus et labit". "Labit", Maruja, no se queda. Manuela, en cambio, resulta ser clitoridiana. Y no es cosa de mire usted por dónde. Amonesta además, que por algo es alcaldesa, que los varones, no sólo los madrileños, tendrán que asimilar que no siempre se puede aparcar en el centro. Hubo un tiempo en que Manuela no fue feliz en la Alcaldía; tuvo mudo el teclado de su clave sonoro y en un vaso olvidada, desmayada, una flor. Pero fue cosa coyuntural de cuando la pusieron a parir por las vacaciones en un resort de postín.
La derecha es rencorosa, le explica Maruja a Iñaki. A Iñaki, el de La Sexta, ese remanso de mansedumbre progresista al rojo vivo; un aprisco de paz con su pastora y su mastín, y hasta un lobo feroz emitiendo en directo. Que la derecha es rencorosa, vale. Pero no viene a cuento con el carrerón de Carmena lo de que la derecha desprecia a la gente sencilla, a los humildes. Carmena, en justicia, a no ser de ministra, hizo de todo: desatascó el Juzgado de los desahucios aplicando la fórmula del "desahucio exprés" ("handmade" by Chacón), y aprovechó la ocasión de otorgarle el tercer grado a un etarra que padecía la incivil costumbre de producir regüeldos. Eructos, recomienda decir Cervantes. Pero los magistrados se pasan llamándoles regurgitaciones esofágicas.
Donde no volverán a pillar a Carmena, a no ser por exigencias del guión, es en los barrios del Sur, con esos bares desangelados donde sólo te ponen tapas con correas de cerdo. Qué horror.
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