De la Navidad, la infancia y el tripartito
La Navidad es mucho más que el solsticio de invierno. La infancia es la savia de la vida. La infancia es la etapa más importante de la vida de las personas. A lo largo de los casi 80 años que tengo, recurrí y sigo recurriendo a ella, a la infancia, constantemente, y es mi referente principal para poder seguir adelante, para sobrevivir.
Fue una infancia de posguerra y, a pesar de ello, llena de buenos recuerdos y llena del cariño y la alegría que se vivía en mi familia. Mis padres, maestros republicanos, y por tanto, perdedores, nos transmitieron unos valores que están por encima de todo aquello que tan horriblemente se sufrió. Nos hablaban de olvidar, de perdonar, de que nunca el resentimiento envenenara nuestras vidas.
La Navidad era especialmente importante y la vivíamos con alegría, la celebrábamos con muchos cantos, muchos villancicos que todos cantábamos, y aún recuerdo los más antiguos.
Esta tradición ha continuado en mi propia familia y con villancicos nuevos que fuimos incorporando al repertorio, como "El portalín de piedra...", tan tierno y tan rural, que en parte quiero recordar:
"Anda, despierta, María, que ta llorando el to neñu, dai de mamar, que tien fame, cantai suavín, que tien sueñu...".
"Benditu seas, Fiu de Dios, que vienes a danos un mundo meyor".
Víctor Manuel, de sobra conocido como músico, activista político y comunista convencido, no dudó en dedicar una de sus más populares y tiernas composiciones a la Navidad. Y es que la celebración de la Navidad para las familias y la infancia trasciende las fronteras de las creencias de los cristianos practicantes; su influencia se extiende a todas las familias, independientemente de sus creencias y muy a pesar del criticable consumismo de esta celebración. Los grupos humanos necesitan rituales para celebrar su propia existencia. y la Navidad es un ritual en el que la familia y la comunidad se integran y se renuevan.
Nunca fue más necesaria la Navidad; su significado es, en estos momentos, de alcance universal y, sin embargo, muchos de los políticos que se consideran creyentes con frecuencia se quedan sólo en la parte estética y materialista, y los políticos laicistas deberían saber lo que esta celebración supone: nada menos que el nacimiento de Jesucristo, cuyo Evangelio ha sido y sigue siendo profundamente revolucionario.
Volvamos a la infancia, a nuestros niños, ¿por qué tienen también que sufrir ellos recortes en su cabalgata? ¿Y los belenes? Siempre estuvieron en la plaza de la Catedral, con la hermosísima Catedral como fondo mágico de este recorrido.
Señores del tripartito: menos recortes y más proyectos para ensalzar con todo el mimo que se merecen los niños estas fiestas tan nuestras y que ellos esperan con verdadero candor.
Celina Canteli
Oviedo
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