Tenso diálogo, insultos y golpes bajos
No fue un cara a cara. Más bien fue un cuerpo a cuerpo.
Uno por exceso y el otro por defecto, ninguno de los dos se merece obtener reconocimiento de la victoria en una confrontación confusa, cortocircuitada por constantes interrupciones y acusaciones de falsedades argumentales y estadísticas. No, no dieron la talla los representantes del bipartidismo, ni en el fondo ni en la forma, estableciendo en el debate público un hito que será difícil olvidar: los insultos cruzados que rompen lo que los británicos denominan "fair play" y nosotros conocemos como juego limpio.
El debate transcurrió por fases diversas, pero ninguna de ellas brillante, y mucho menos pedagógica. Pedro Sánchez acudió con la intención de dejar KO a su rival con los casos de corrupción, y Mariano Rajoy llegó a la cita convencido de que su interlocutor estaba ya medio desguazado por las malas expectativas de las encuestas. Se confundieron los dos, ofreciendo un espectáculo oscuro y desnortado.
Tanto hablar sobre salvar al soldado Sánchez para que el PSOE no se hunda, que el tal soldado Sánchez decidió pasar a la acción y emplear las armas. Le faltó darle la puntilla, con flema gallega, si fuese inteligente, y soltarle un "Sé fuerte, Mariano". El PSOE no se hundió el pasado lunes. Se hundió cuando eligieron a este limitado jugador de baloncesto como candidato. ¡Cómo usó los codos esa noche! Todo fue un desastre. El escenario parecía un quirófano. Y Manuel Campo Vidal, un jarrón chino que abría los ojos pasmado.
Mariano Rajoy fue operado a corazón abierto, con brutalidad. Varias veces se le disparó el ojo al presidente, cuando los insultos. Una cosa es tensión y otra violencia. Y un insulto siempre es violento, nunca inteligente. La razón no utiliza insultos. Emplea argumentos.
Tampoco nos tragamos el buenismo de Iglesias y Rivera, cuando en la Sexta se unieron, tras el cuerpo a cuerpo de Sánchez y Rajoy, para repartirse los pedazos de los cadáveres del bipartidismo. Más que unirse, casi comulgaron juntos. Parecían dos santos. Dos chavales en una reunión Pastoral. Ellos también han empleado palabras de alto calibre en esta campaña, pero más solapadamente. Por eso gestionaron de inmediato un postdebate en beneficio de sus intereses electorales, que en la noche del pasado lunes se vieron claramente favorecidos. El cuerpo a cuerpo abrió más la brecha de edad, que sigue ahí, para decidir el voto.
Poco más cabe concluir de una confrontación que terminó con el terreno embarrado, un árbitro desautorizado y dos contendientes amoratados por los golpes dialécticos del uno contra el otro. En política no todo vale. Ni Sánchez debió ofender personalmente al presidente del Gobierno en funciones, ni Rajoy debió de devolver el exabrupto con un serie de descalificaciones, igualmente personales.
Y tras este barrizal del lunes, el domingo 20-D no habrá cuatriempate, por el peso de ciertas comunidades y las cuentas del jurista belga Víctor d´Hondt.
Puede decirse que el lunes no ganó nadie. Perdió España.
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