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¡Atención, unas gafas rotas!

17 de Diciembre del 2015 - Laura Fernández Fernández (Salas)

Llego a casa y me siento en el sofá. Prendo la televisión y pongo las noticias. Entre elecciones, datos del paro y muertes en tierras lejanas aparece la noticia clave: un joven golpea a Rajoy durante un paseo en Pontevedra. Y le rompe las gafas. Me quedo paralizada. Entro en Internet y las bromas sobre el suceso ya corren a la velocidad de la luz. Yo sigo en mi sitio. Tras las bromas aparecen los comentarios (es maravilloso ver la extensa variedad de puntos de vista): en primer lugar están los que felicitan y aplauden al ejecutor (que se siente orgulloso de su improvisada acción) y, en segundo lugar, los que piensan que este hecho marca un paso atrás en nuestra sociedad. Tardo unos minutos más en forjar una idea propia sobre el tema: ni estoy a favor ni estoy en contra. Sencillamente, me aborrece.

Por una parte, entiendo a quienes justifican la agresión, ya que tienen motivos: todos estamos cansados de oír las palabras crisis, paro, corrupción y aún estamos más cansados de que aquellos que supuestamente elegimos para que se ocupen del gobierno nos mientan, nos enseñen sus sonrisas, nos oculten sus actos y cuando todo sale a la luz, en vez de un castigo reciban amnistía a cambio de su mejor cara de pena. Sí, todo el mundo se cansa de ser bueno cuando no hacen otra cosa que pasarle por tonto. Sin embargo, no salimos a la calle pegando puñetazos a cualquiera que nos defraude (por suerte). Es más difícil contenerse que actuar movidos por instintos.

Es ahora cuando la gente comienza a confundir la realidad: el defensor del pueblo le pega un puñetazo al presidente (que es una persona como otra cualquiera, no es ningún dios todopoderoso). No señores, ni el que agrede es un héroe ni Rajoy es un mártir.

Sin embargo, dejando de lado un poco el tema, lo único que se me pasaba por la cabeza en aquel momento era que cómo una noticia tan simple, podía eclipsar temas tan fuertes como el alto porcentaje de indecisión de la población española ante las próximas elecciones, otro de los horribles casos de violencia de género o la lentitud con la que se desarrollan los juicios ante los casos de corrupción política. Sinceramente, si me hubieran pegado a mí la historia no habría dado para tanto. Al fin y al cabo, creo que el presidente del gobierno puede permitirse unas gafas nuevas, ¿no?

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