Participación

18 de Diciembre del 2015 - Pin Iglesias (Oviedo)

Más allá de la participación directa o por medio de representantes, la intención constitucional de alcanzar un Estado democrático fuertemente participativo se manifiesta en el mandato a los poderes públicos de facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social, y, como corolario, el promover formas de participación en la empresa, fomentar las cooperativas, incluso, el establecer medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción. Sin embargo, el bipartidismo PPSOE como forma para perpetuarse en el poder, a la prohibición del mandato imperativo añade, un funcionamiento general poco democrático, particularmente en la designación de candidatos, listas cerradas y bloqueadas y una ley electoral que les favorece decisivamente. Pero, aunque los representantes queden libres respecto de los representados, no así con relación a sus partidos de férrea disciplina de voto expresando, las decisiones parlamentarias, la voluntad de los partidos o, peor, la de unos pocos integrantes de sus élites dirigentes, a la sazón, de engreída divinidad por encima de la ley terrenal. Sistema opaco, sin mecanismos de fiscalización ni posible control ciudadano, que abona el terreno para el medre de todo tipo de corruptelas de extraordinarios efectos dañinos de todo orden y a todos los niveles, que si queremos impedir se habrá de actuar con base en los Principios de Transparencia y Participación, como mecanismo corrector de la defectuosa representación política, como preventivo y como antídoto. A dicha disfunción súmese que la propia Constitución impide su reforma por iniciativa popular pero sí la permite sin intervención ciudadana, o sea, sin solicitar consentimiento del pueblo Soberano aunque, sin embargo, el asunto puede afectar a todo el ordenamiento jurídico y, por ende, a todos los procesos políticos. Así, la transcendental modificación del arto 135 CE, por decisión conjunta de los dos partidos mayoritarios, sin necesidad de referéndum. Hablan, ahora, de reformar la Constitución pero, ¿se incluye el propio procedimiento para su reforma, o algún poder de reprobación para el representado y, en su caso, de desautorización del representante? Después de alojar tropelías sin cuento, presentarse como adalides de renovación democrática, tiene truco de magia potagia para ingenuidad infantil, indigerible para un electorado adulto. Alternativa será el partido de nuevo cuño que ofrezca iniciativas en transparencia y muestren acciones eficaces de participación ciudadana en los asuntos públicos que afectan directamente a la calidad de vida o al bienestar general. Los ciudadanos, con nuestro voto, debemos probar no solo que podemos sino que, efectivamente, como pueblo somos Soberano.

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