Lo que importa la salud y quienes la protegen
“Un día sin sonrisa es un día perdido”.
Charles Chaplin
Según Aristóteles en la “Ética a Nicómaco”, el bien supremo es la felicidad, aunque el filósofo dice que se dividen las opiniones sobre la naturaleza de la misma e incluso la opinión varía en una misma persona; así, cuando se está enfermo/a se cree que la felicidad es la salud, si se es pobre se cree que la felicidad es la riqueza... Pues bien, entre estas dos dimensiones, enfermedad y pobreza, discurrió el objeto de mi trabajo durante varios años, y siempre consideré que cualquiera de las dos podría afectarnos a cualquiera en el momento más inesperado.
Un día Enfermedad salió del cofre en que estaba encerrada y con su torturadora flecha me disparó y, paulatinamente, toda mi fuerza física se trastocó en debilidad. Perder la salud me fue imposibilitando realizar muchas cosas y sobre todo sentía el impacto emocional que mi enfermedad iba a suponer para mi familia y para mis amistades, por lo que lamentaba profundamente estar enferma.
Pero sorprendentemente, gracias al apoyo y generosidad de mi entorno, mi familia y mis amistades, mi debilidad se fue transformando en fuerza para poder superar el dolor y eso me hizo recordar algo tan sencillo como eterno: que para las personas ya desde que nacemos y hasta que envejecemos lo que nos fortalece interiormente es el amor.
No obstante, para recobrar la salud física necesité a los profesionales del sistema sanitario. Ello es lo que motiva esta carta para trasladar mi agradecimiento a todos ellos: a mi médica de Atención Primaria del Centro de Salud de La Felguera, a los profesionales del Servicio de Medicina Interna y Hematología del Hospital Valle del Nalón y al Equipo de Trasplante de Médula Ósea del HUCA –médicos/as, enfermeros y enfermeras, auxiliares de enfermería y limpiadoras–, por su profesionalidad y calidez en el trato, con que consiguen que el duro tratamiento sea más suave, más confortable.
Quisiera además pedir al señor consejero de Sanidad que apoye a los profesionales del Servicio de Trasplante de Médula Ósea del HUCA por su esfuerzo empeñado en tener un servicio tan eficiente, y que defienda en el mismo el mantenimiento de unos estándares de calidad que lo convierten en referente en su campo.
Traslado asimismo mi apoyo a todas las personas enfermas y a las personas dependientes y también a sus familias, para que superen cada día el desafío que comporta la enfermedad, y que recuerden lo que dijera Hellen Keller: “Cuando una puerta de la felicidad se cierra, otra se abre, pero muchas veces miramos tanto tiempo la puerta cerrada que no vemos la que se ha abierto para nosotros”.
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