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La Navidad vista por un ateo

21 de Diciembre del 2015 - José Angel Aguirre González (Oviedo)

Soy un convencido ateo desde los 15 años. Ahora he cumplido los 66. Pero ser ateo no significa ser fanático; es más, estos dos términos son antagónicos. Al ateísmo se llega por un razonamiento equilibrado y al fanatismo por un desequilibrio del razonamiento.

En la Navidad cristiana siempre he visto más una fiesta popular, una costumbre ancestral, unos días de alegría compartida en familia (especialmente por los niños), un intercambio de regalos, etcétera, que no me ha causado nunca ningún problema y, más bien al contrario, una sensación lúdica y de placer. Creo que es la menos ideologizada de todas las fiestas religiosas. Es más bien un "cuento de Navidad": un niño pobre nace en un establo y los humildes pastores le traen leche y miel, y los Reyes Magos (también soy republicano), preciosos regalos del Lejano Oriente. Es un cuento precioso, hasta el punto de que podríamos sustituir al niño Jesús por cualquiera de esos pobres niños refugiados que, por fin y tras un largo viaje, consiguen llegar a un lugar donde son atendidos y reconfortados por esos nuevos pastores que son los esforzados voluntarios de cada país. Y muchos Reyes y presidentes europeos destinan mucho tiempo y mucho oro para acogerles e integrarles. ¡Que el belén nos ayude a recordar a estos nuevos niños sin techo!

Pues bien, a nuestros izquierdistas (todo lo acabado en ista tiene ya algo de fanatización) aupados a las alcaldías por extrañas alianzas políticas, todo esto de la Navidad les parece muy mal, y, si pudieran, estoy seguro de que la prohibirían por ley, ya. Como no se atreven, empiezan a recortar por aquí y por allá: adornos luminosos que no hagan referencia a la Navidad tradicional (visitar la plaza Mayor de Madrid para ver los horrorosos cubos luminosos) quitar los belenes de los lugares públicos e ir relegándolos a exposiciones en lugares cerrados (Oviedo), reducir las cabalgatas de Reyes y, señores, esto es lo último y lo mejor, prohibir la participación de camellos en las mismas.

Recuerdo muy bien que la primera vez que yo vi un camello en mi vida tendría 6 o 7 años (todavía no era ateo), fue en una cabalgata de Reyes, y me pareció una imagen fascinante. "Es que se cansan mucho en el viaje", me decía ayer una activista anti-camellos. Bueno, más se cansan llevando turistas en Egipto o Túnez, o atravesando un desierto, ¿y de eso no decís nada? ¡Por Dios! Dejad a un lado vuestra rancia ideología y dejad que niños y mayores disfruten de esta lúdica y tradicional fiesta navideña. No antepongáis vuestra cretinidad al sentido común.

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