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¿Acaso queremos ser tontos?

20 de Diciembre del 2015 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

¿Qué vamos a hacer tras las elecciones? Tras una campaña a lo gran hermano sin la inteligencia de Orwell, con insultos y agresiones antidemocráticas justificas en base pueril de que la revolución violenta es democrática si defiende al pueblo: como si el pueblo en democracia, en lugar de educación y libertad, necesitase salvadores. Oyendo programas económicos sobre fiscalidad sin decir cuál es el plan para hacer dinero, para obtener esa riqueza a la que poner impuestos. Lo más parecido a un plan que me pareció oír a ese respecto, fue la soflama del desamortizado Mendizábal: ¡La iglesia católica qué pague el IBI! Creo que les regalaría las catedrales (si fueran mías) a no ser porque ajarían su belleza al modo talibán o las abrasarían al modo hispano cuando aún conservan tizne. El IBI así cobrado, sumado al ahorro del porfiado ¡abajo la monarquía y los Premios Princesa de Asturias!, restando de ello los gastos de la presidencia de una república: seguramente daría un resultado de adeudo considerable en nuestra cuenta corriente; pero, dada la victimista injusticia histórica, podríamos pedir un crédito sobre nuestro sobrado crédito y así mantener el sistémico cambio de conservas. Recuerdo que antiguamente, si se quería algo, se ahorraba en caja hasta tener el dinero suficiente para comprar lo que se quería. Ahora, ya sin casta y sin caja, recuerdo incluso sastrerías que vendían cupones de ahorro para un traje: eran tiempos que vestían interés positivo sobre el ahorro. Hoy se pide un crédito y otro para pagar el primero, para, todo seguido, renegociar el segundo con un tercero desde el móvil. Sí, eran otros tiempos, ¿será por eso que quieren terminar con esta nuestra Constitución de 1978, de la que nadie quiso desarrollar el enlatado y nada caduco articulado social? Aunque eso sí, se sacaron de la manga el despilfarro grandilocuente del plan Europa regala. Esa es la causa diferencial con países del norte como: Noruega, Suecia, Dinamarca u Holanda..., o de las antípodas: Australia y Nueva Zelanda. Pero seguro que todo será resuelto, gane quien gane.

Según se deduce de esta campaña, nuestro nivel educativo es aún peor de lo estimado por los políticos QED. Vuelvo a preguntar, ¿qué vamos a hacer? Si los mejores jóvenes están en el extranjero con su profesionalidad tan bien reconocida que no piensan en venir, salvo alguna Navidad si es que queda tras el triste laicismo fanático. Otros jóvenes vuelven resueltos en plan superviviente a las serranías del currículo y al bolo que pillan actuando donde sea. Están también los proscritos de los bosques del SEPE de la Condesa de Venadito que, huérfanos de empleo o actividad, son un 50% de entre los jóvenes. Menos mal que son pocos por el bajón del índice de natalidad desde 1975, porque pensionistas y mayores de 55 años van a tener difícil pensión como resultado. Así que: ¿qué vamos a fabricar automática y competitivamente para vender fuera y obtener dinero para comprar el móvil? Qué plan hay para desarrollar unidos productos en plan guerra total contra la deuda y el desempleo, para generar riqueza liderados al grito de: ¡Polvo, sudor y hierro, cabalgarían grandes vasallos si tuvieran buen gobierno! No he oído discurso alguno de esa forma, convocando a la unidad de criterios y de esfuerzos, salvo al rey: un no candidato en este juego donde nos la jugamos. ¿Cuesta tanto hacer cumplir nuestra Constitución sin el ¡Viva las cadenas!? Sin volver al ultraje del guerrear y seguir con este nulo cooperar incivil e improductivo que espanta al éxito.

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