Prudencia y responsabilidad
Mal panorama se divisa en España a la vista de los resultados de las últimas elecciones generales del 20-D. Un Parlamento fragmentado, con fuertes discrepancias entre las distintas fuerzas políticas que tomarán asiento en el nuevo hemiciclo, no augura nada positivo para el futuro del país que, con bastante probabilidad, se verá avocado a una nueva convocatoria electoral. Si a esto le unimos la presencia de una heterogénea coalición, agrupada bajo las siglas de Podemos, con una evidente behetría y tendencia a la anomia, como ya se está viendo donde ha tocado poder por efecto de las últimas elecciones municipales y autonómicas del 24-M pasado, el cóctel no puede ser más explosivo.
Es evidente que la gestión de los últimos años de gobierno del PP, comandado por el siempre discutible y poco carismático Rajoy, no ha satisfecho a todos, y que, por tal razón, tendría que pagar un precio en las urnas, pero también es cierto que España, en estos últimos cuatro años, ha dado un estimable paso adelante y nuestra situación económica dista bastante de la que nos dejó el inefable ZP. Se ha ganado peso en la UE y en el concierto mundial recuperando la confianza en los mercados, como así lo acredita la evolución de nuestra prima de riesgo (diferencia entre la rentabilidad del bono español a 10 años y el bono alemán a 10 años) que, de un más que preocupante valor de 637, máximo alcanzado en julio de 2012, ha ido descendiendo de forma progresiva hasta un más que aceptable valor de 115 registrado en este mes de diciembre, justo antes de las elecciones cuyos resultados han provocado que se haya iniciado una nueva tendencia alcista. No parece, por tanto, que, a pesar de todo, el partido que nos ha gobernado en esta última legislatura se haya merecido el castigo que las urnas le han infligido. Siempre se dice que los electores nunca se equivocan, aunque, a la vista de los últimos resultados, esa afirmación se quede sólo en un mero eufemismo.
Creo que la delicada situación política actual, con la enorme carga de incertidumbre que ella conlleva, debería hacer reaccionar a aquellos partidos políticos tradicionales que, con un obligado ejercicio de generosidad, deberían anteponer las razones de Estado a sus propios intereses, demostrando cuál es su verdadera razón de ser. En este sentido, el PSOE, como segunda fuerza política, y con la llave de esa estabilidad tan necesaria en este momento para nuestro país, debería ser el que tendría que dar el mejor ejemplo. Las declaraciones de su secretario de Organización, César Luena, prometiendo actuar con prudencia y responsabilidad, al tiempo que declara, de forma contundente, que rechazarán la investidura del candidato del PP a la presidencia del Gobierno, antes de establecer ningún tipo de negociación, ni de escuchar el preceptivo discurso programático, es una tremenda equivocación de la que, a buen seguro, tomarán nota todos los españoles. A este paso, la deriva de este centenario partido, cometiendo error tras error, terminará por hacerle la competencia a IU peleando por unos residuales escaños en el Parlamento.
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