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¡Se quema el monte!

2 de Enero del 2016 - Miguel Coya Sánchez (Orlé)

¿Quién mete fuego a los montes cantábricos, los bomberos y los ecologistas?

Obviamente no. Me espanta la estupidez y por ello si alguien afirmase el encabezado, al menos para mí, sería un clarísimo ejemplo de ello. La acción se agrava en mayor grado si quien la dice es una persona de quien se espera objetividad, sin intereses propios de grupos radicales. Acusar de incendiar los montes a ganaderos y cazadores, como han hecho los bomberos, es generalizar peligrosamente, con un desvarío de la misma naturaleza que el anterior, una afirmación indigna de un cuerpo admirado por sus servicios. El monte lo incendian delincuentes que cometen un delito, asimilarlos a estos colectivos sólo denota dos cosas, desconocimiento absoluto de la realidad o intereses ocultos ligados a la propia economía o al sectarismo de los eco-radicales. No hace tanto tiempo que un bombero era descubierto como el autor de numerosos incendios, ¿le parecería correcto utilizarlo como ejemplo?, pues claro que no, del mismo modo que es un tema demasiado serio como para andar poniendo en duda la integridad de quienes destacan, precisamente, por su defensa y protección encarnizada del medio natural. Se olvida que es el cazador el principal interesado en una naturaleza virgen y rica, quienes más dinero ponen de su bolsillo para conservar, apoyando la acusación en reflexiones como la falta de visibilidad para el tiro que simplemente rayan la necedad. Se olvida que el ganadero perderá su derecho a pastar los terrenos arrasados por el fuego, porque aunque tal vez usted no lo sepa, las superficies quemadas son acotadas durante años para su regeneración, prohibiéndose totalmente el pastoreo en ellas, con el perjuicio que supone para los ganados que las utilizaban.

¿Entonces por qué se está prendiendo tanto? La respuesta es sencilla y cualquiera cercano al campo la sabe, por tres razones fundamentales, una política forestal que da la espalda a quienes viven del medio, unas condiciones climáticas ideales para dar fuego y, claro está, algún que otro pirómano. Mire, el que se salta la ley es un delincuente, quienes se dediquen a envenenar, furtivear o quemar deben ser perseguidos y puestos ante el juez, deben pagar por ello con todo el peso del que la ley sea capaz. Dicho esto, está claro que si se juega con el pan de las familias, unos pocos siempre acabarán tomándose la justicia por su mano. Mientras muchos se solidarizan ante los desahucios y las familias que los sufren, la generalidad de la ciudadanía ni tan siquiera conoce el lamentable trato dado al mundo rural por la Administración. Auténticos desahuciados a los que se quiere echar de su casa, olvidados, son dirigidos a muchos kilómetros por quienes ni conocen ni sufren sus problemas. La problemática de los pueblos y las formas de vida tradicionales, a ojos del urbano, pierden importancia, son irrelevantes, de menor entidad simplemente porque no viven allí, porque no viven de ello, observándolo como meros espectadores que se sienten, eso sí, con derecho a mandar en una casa que no es la suya al grito equivocado del campo es de todos. Los montes ahora son montarrales, las praderas argomales, la maleza se ha comido un paisaje que engullido por el matorral ha acabado por restar capacidad de vida al hombre que lo habita, sin darle ningún tipo de solución administrativa. Los desbroces son insuficientes y caros, las quemas controladas nunca llegan a realizarse por no cumplirse las condiciones climáticas, el ganado menor ha desaparecido por el acoso del lobo, los cortafuegos son insuficientes y en muchos casos ineficaces, se invierte mucho en repoblar y poco en limpiar y la broza sigue creciendo. La tragedia está servida, combustible vegetal generalizado y lo sagrado del pan familiar, un fósforo que se encenderá incluso a sabiendas del peligro que puede generar. Nada justifica saltarse la ley pero es evidente que debe reflexionarse en el sentido de que algo se debe de estar haciendo muy mal para que esta oleada de incendios sea de tamaña magnitud. El fuego se controla con fuego, un grito al unísono de todo el mundo rural, de aquellos que quieren mandar en su casa. Legislen en ese sentido, invirtamos en prevención, hagamos caso de una vez a los más interesados en conservar y gestionar correctamente, verá cómo los incendios fuera de control desaparecen. Mientras no los tomemos en serio este tipo de tragedias no dejaran de producirse, el Cantábrico, España entera, es una tea, más pronto que tarde todo arderá.

Sería deseable, exigimos, una rectificación pública de la afirmación hecha por los Bomberos culpando a cazadores y ganaderos de los incendios. Por nuestra parte, desde ENDECA ya se están estudiando las posibles acciones judiciales a interponer ante unas difamaciones de esa entidad.

Mi más sentido pésame a la familia del piloto de helicóptero fallecido. D.E.P.

Michel Coya. Presidente de ENDECA (Asociación en Defensa del Cazador), Orlé (Caso)

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