Color a quemado

12 de Enero del 2016 - Carmela García Prieto (Oviedo)

"Vivimos en el paraíso, me repetía siempre mi madre. Sin haberlo pedido, aquí estábamos. Cada día me despertaba antes que nadie, cuando todo se teñía de ámbar y miraba mi pelo negro brillar con destellos rojos. Cuando el primer espectáculo acababa y a medida que la perpetua niebla mañanera a la que ya estábamos acostumbrados se levantaba, empezaban a brillar minúsculas perlas por todas partes. En las hojas de los árboles, en la piel de las frutas, en cada brizna de hierba.

En mayo, surgían los colores. Malvas, verdes, amarillos, azules, rosas se superponían creando un caos armónico que convertía nuestro hogar en la paleta más alegre. En agosto, el Sol intentaba calentar el paisaje, los inmensos árboles se llenaban de vida y en cada rama se orquestaba rápido un concierto. Los batires de alas no cesaban, con el viento a la flauta y la lluvia ocasional a la percusión cambiaban los cantantes pero nunca acababa la música. En octubre, algunos árboles decidían disfrazarse de viejos hasta la primavera siguiente y se desnudaban, dejando un suelo que crujía cuando yo trotaba enterrado hasta las rodillas en hojas pardas.

Si tenía sed, me acercaba al fresco reflejo del cielo en la tierra que rompía a ondular con mis baños. Si tenía hambre corría por kilómetros y kilómetros de suelo esmeralda hasta el lugar donde estuviera comiendo mi familia. En esos momentos me daba cuenta de que quizás nosotros también formáramos parte, como un color más, de aquel paisaje.

Algunas noches, cuando por casualidad no quedaban en el cielo rastros de las cortinas de agua del día pasado, mi madre y yo mirábamos juntos los diamantes que servían de corona merecida a las montañas escarpadas que nos rodeaban y yo le preguntaba. Le preguntaba por el número de animales, por la edad de los árboles, por la extensión de los prados, para que ella me contestara en cifras, como las estrellas, infinitas.

En mi primer Diciembre, este, a pesar de mis ansias por que aquellas melenas blancas de las montañas crecieran hasta mis pies y por ver nevar bailarinas congeladas en posturas imposibles, el frío del que me habló mi madre no llegó. Yo temí que el otoño quisiera encontrarse con la primavera porque no solo calentaba el Sol sino que las nubes no regaban tanto como hubieran debido.

Una mañana, la niebla de la que os hablé no se disipó en todo el día y al día siguiente no solo no subió, si no que se hizo más densa, tanto que costaba respirar. Algunos comenzaron a alejarse de aquel veneno cada vez más fuerte que teñía de gris todo. El viento corría ágil. Apenas habíamos visto anochecer al final del día cuando amaneció entre los árboles. Primero a lo lejos, luego más cerca. Amarillos, rojos, naranjas mordían las copas de los árboles y los hacían brillar. Los pájaros que no cayeron volaron. Nadie entendía nada.

El humo no me dejaba distinguir ni el tronco más cercano y mucho menos, buscar a mi madre. No podía respirar mientras adivinaba como aquella lengua humeante crecía y me rodeaba. Sentí más calor que en todo el verano. Quise huir pero no vi salida. Sentí más miedo que en toda mi vida. Un árbol cayó en algún sitio, luego otro y el humo quemando en mis pulmones también me tumbó a mi.

Mientras el bosque se encendía, todo lo que yo conocía se apagaba. Mi madre llegó a mi lado y pude notar el tacto de su crin quemada, me decía que algunos habían conseguido escapar, que había vuelto a buscarme, que no me preocupara, que ahora estábamos volviendo a nuestro paraíso arrebatado. Que aquello, se llamaba fuego. Estuve seguro de que sí éramos parte del cuadro y por eso ardíamos con él. Sufrí más por todo lo que habían visto mis ojos que por mi vida. Solo me quedaba una última duda, que supongo que tendré para siempre. Lo elogian, lo disfrutan, lo aprovechan, lo quieren, lo admiran ¿por qué no lo cuidan?"

Cartas

Número de cartas: 46070

Número de cartas en Octubre: 8

Tribunas

Número de tribunas: 2087

Número de tribunas en Octubre: 1

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador