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La cafetería Santana

6 de Enero del 2016 - Faustino Álvarez Pérez-Manso (Oviedo)

La cafetería Santana cierra sus puertas. "Otra más", pensará el ovetense de otras zonas, pero para un vecino de González Besada es igual que cerrar el Ovetense para alguien de la calle Jovellanos. Chus "Santana" abrió siendo poco más que un adolescente el local número seis, ocho, o cuatro de la calle (siempre tengo problemas con los números de los locales). Acompañado de su familia y camareras que jalonaron la historia de sus pinchos y cafés mañaneros, los vermús del mediodía, vinazos de los porteros, copas y anises de las partidas de tute, y los partidos de fútbol compartidos con el "órdago" durante un tiempo y luego en solitario. Allí vi el Mundial de Estados Unidos en 1994, Francia en 1998 y demás. Allí disfrutamos de la Eurocopa de 2008, con lleno hasta la bandera y aplaudiendo más la mítica micción de Tino durante el gol de Fernando Torres que el mismo gol. El Mundial de 2010... O los conciertos de "AC- DC" que tanto gustaban a Chus y que podían disfrutar con él algunos y privilegiados amigos. La cocina de pinchitos que su madre siempre tenía a punto por las mañanas; Belén, la camarera que con paciencia infinita soportaba las discusiones de César y el "Tigrín", cuyo volumen de voz se oía en la plaza de San Miguel; las juergas de los jóvenes los viernes y sábados, pertrechándose para ir al Chaquetón; el bueno, eterno y pálido Amable, siempre ayudando sin tener "por qué" a Chus; Minetu, la subsahariana que estuvo un tiempo de ayudante; Anina, la estudiante canguesa; Carmen, la argentina, ahora en El Dorado; Berto, Miro y demás hermanos, también ayudando... O la inmutable figura de su padre, Miro, con su café y largando sus sentencias, poco apelables; Martín y Guisasola, estentóreos como nadie; Rafa el de la farmacia de Caveda, que siempre podía decirlo "más alto, pero no más claro"; Fredo, Jorge y Cárcaba, sufriendo con su Barça; Toño, Pascu, Pedro y demás, madridistas; Carlos Casaprima, descansando de su orfebrería relojera y demás habilidades (esgrimista consumado), e Iván, histriónico como nunca, callados con su Oviedín. Jesusón y Fran Vidal, de doblete, y algunos otros que no nos incluimos. También se queda su pasión por Fernando Alonso, nunca ocultada y a la que jamás renunció, así como a Cangas, más soterrada la afición al Sporting y al Barça, por razones de discreción. Y sus últimos clientes, ya fijos, que uno no llegó a conocer tan profundamente y que disculpa su olvido por ello... Chus jalonó la historia del barrio con esas y otras historias, y con la lógica del camarero de otra época, a la que él pertenecía... Había nacido demasiado tarde, como los caballeros de cuidados modales y amable carácter... Todo lo que queda, cuando alguien se marcha después de treinta años, es un inmenso cariño, recuerdos imborrables y una necesidad imperiosa de que vuelva...

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