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La diferencia no es desigualdad

5 de Enero del 2016 - Justo Roldán (Oviedo)

Que estamos asistiendo al teatro de la confusión, es desde hace años una evidencia incuestionable. Ahora que nos lo creamos ya es harina de otro costal.

La pretensión de una minoría de tratar por igual a los desiguales, y a los desiguales por igual, esta llevando a las personas de buena fe a una total confusión sobre aquello que por naturaleza ya es diferente. Hoy; el proselitismo de la confusión se cierne sobre tres valores fundamentales de cualquier sociedad avanzada; es decir: la mujer, el hombre y el matrimonio. La diferencia entre mujer y hombre, quieren convertirla en inexistente, por tanto dejarían de ser uno, complemento del otro. Y lo mismo ocurre con el matrimonio y el concepto de familia; recordemos que la palabra matrimonio viene del latín matri-munus, que significa literalmente el oficio de la madre. Y este oficio no se refiere nada más que a ser portadora de vida y su defensa en hacerla viable, así como de su crianza. Esto es lo que biológicamente les diferencia del hombre y no cabe por ello desigualdad alguna con respecto al varón, o de éste con respecto a la mujer. Pues la diferente anatomía de los órganos sexuales y reproductivos certifican sin lugar a dudas la diferencia, que no la desigualdad.

Aquellos colectivos que promueven solamente un acuerdo recíproco de favores sexuales no se pueden considerar matrimonio, si acaso un acuerdo privado sobre un tema privado, como es la sexualidad. Así uno de los colectivos que van en esa linea, como los gays, y que han clamado siempre por reivindicar su diferencia (por cierto, no representan a todos los homosexuales ni mucho menos), y ser una minoría -eso si muy influyente- deben de tener una legislación en ese sentido acorde con su diferente concepción de la vida en común; eso sí, respetando siempre los valores fundamentales de la persona humana y su dignidad.

Pretender imponer por la vía de la desnaturalización, de la antropología, de la biología, y hasta de la morfología, una igualdad con quienes son distintos, no es de ningún modo posible y máxime utilizando términos como discriminación, cuando es lisa y llanamente, una desigualdad manifiesta.

Si han reclamado y conseguido el ser diferentes, la comunidad debe de legislar a tenor de esa diferencia de hecho, y reconocida, como no puede ser de otra manera, por los mismos colectivos. Pretender denominar por igual, a lo que es desigual es, como poco, una quimera que nunca produciría justicia si no arbitrariedad. Si hoy, donde todos quieren defender lo genuino, lo auténtico, hasta en la elaboración de los alimentos naturales. La defensa de los parques y su naturaleza, las especies en extinción, o una vida natural, no pueden ni deben pretender que no haya quienes defendamos nuestras tradiciones, nuestros valores, y hasta nuestro modo de vida. Por eso no es nadie el Estado para modificar ni desnaturalizar lo que fue antes que la misma sociedad: la familia, compuesta de una madre, un padre y unos hijos. Todo lo demás es ilegiíimo aunque se pueda realizar por Ley.

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