De sobresaltos y socavones
Todavía sobresaltado por el percance que ha estado a punto de convertir en ilusoria la manida expresión integridad física referida a mi ajada osamenta, me decido a divulgar mi preocupación por un aspecto de la infraestructura viaria de la ciudad de Gijón, cuya más que urgente corrección no parece figurar entre las prioridades de los muy honorables munícipes consistoriales.
En mi condición de usuario de la bicicleta en mis periódicas visitas a la capital de la Costa Verde, he venido constatando la deplorable situación de deterioro en la que se hallan numerosos registros -alcantarillas, tapas de suministros, etcétera- instalados, para más inri, en vías neurálgicas del centro de la ciudad, como las de Marqués de Casa Valdés y la Carretera de la Costa. En la procelosa circulación por dichos viales no es infrecuente darse de bruces con alguno de esos cráteres del desvencijado pavimento. Desgraciado entuerto que obliga al desprevenido ciclista -el colectivo más débil de la fauna vehicular- a convertirse, sin pretenderlo, en un acróbata del equilibrio en aras del mantenimiento de la deseada verticalidad, en peligroso detrimento de la debida atención a los -en ocasiones nada amistosos- poderosos compañeros de ruta motorizados.
La estratégica ubicación de tales socavones en las -más bien angostas y saturadas- arterias del interior del núcleo urbano podría ocasionar -como he estado a punto de sufrir en mis propias carnes- un significativo y nada deseable aumento de la siniestralidad y de los incidentes en el, ya de por sí, farragoso y premioso tráfico de la urbe. Máxime considerando la abundancia de días de lluvia y el peligroso deslizamiento que las superficies lisas y metálicas de las tapas de los cuarteados registros provocan en las finas ruedas de algunos velocípedos.
En consonancia con lo antedicho, concluiría expresando mi ferviente deseo de que el calamitoso estado de las mencionadas trampas viales dejara de ser -con la premura y diligencia requeridas en un asunto tan relevante para el bienestar de los gijoneses, incluidos los semovientes- un obstáculo para la fluida y confortable circulación urbana. No sólo por las referidas razones relacionadas con la seguridad de máquinas rodantes y viandantes, sino, asimismo, por la pésima imagen que una circunstancia tan llamativa como la descrita produce en la legión de visitantes que -como manifiestan reiteradamente las fuerzas vivas de la ciudad- todos desearíamos que cantaran entusiastas preces de su estancia en la villa de Jovellanos sin que expedientes como el que motiva esta misiva empañaran el recuerdo imborrable de su estancia en la muy industriosa y hospitalaria ciudad de Gijón.
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