Depresión

11 de Enero del 2016 - Francisco Javier Fernández Díaz (Mieres)

Es el llamado mal de nuestros días, una enfermedad silenciosa, que no muestra rasgos físicos aparentes a las personas que la sufren. Es una enfermedad invalidante, cuyos síntomas varían en relación a las muchas variantes que tiene dicha enfermedad y a su patología. Yo, como portador de la misma desde hace más de 35 años, puedo contaros mi experiencia, para que pueda servir a las personas que os rodean a saber el significado de la misma. Al ser una enfermedad enmascarada en rasgos físicos, puede no ser notada por personas adyacentes a la persona o personas que la padecen. La sintomatología no aparece en ninguna prueba diagnóstica, los resultados de las mismas serán normales, por lo que se dice que es una enfermedad silenciosa y enmascarada. Los enfermos que padecen dicha enfermedad a diferente nivel notarán como síntomas principales los siguientes: tristeza, angustia, debilidad, dolores articulares inespecíficos, una gran debilidad (cualquier pequeña tarea se les hace un mundo), ideas negativas sobre la realidad que los rodea, sumiéndose en un mundo surrealista sin esperanza. Hay personas que acaban no soportando la enfermedad y ponen fin a su vida, puedo entenderlos, ya que la sintomatología en periodos críticos es de una crudeza exacerbada. Nuestro cerebro cuando se encuentra con déficit de serotonina manifiesta la sintomatología antes expuesta. En palabras comprensibles: tienes tu tanque de gasolina vacío y experimentarás una mejoría cuando dicho tanque empiece a llenarse. La enfermedad se manifiesta con mayor crudeza por las mañanas y mejora en horas nocturnas.

El tratamiento con psicofármacos si no viene acompañado con una buena terapia cognitiva nos llevará a una dependencia farmacológica como un drogodependiente, con dosis ansiolíticas variables según la patología. Las crisis depresivas son complejas y la evolución depende de cada persona y de su grado depresivo.

Como dije al principio, es una enfermedad invalidante para el desarrollo de cualquier tarea por muy sencilla que parezca, cuando estamos en una fase depresiva mayor.

Yo no soy la persona más indicada para dar consejos, pero puedo intentar darlos a las personas que convivan con un depresivo, se vean sobrepasados y no sepan cómo ayudarle. El depresivo debe notar cercanía de las personas queridas, de las personas que más quiere, (yo, principalmente, siempre me he apoyado en mi madre, aunque ahora ya no está conmigo), de su pareja, si la tiene, o de las personas con las que convive diariamente. El depresivo sabe lo que le pasa y a veces tenemos formas de defensa para afrontarlo, en muchos casos, como es el mío. Es como un diabético que necesita psicofármacos acompañados de ansiolíticos que la propia persona, en el caso de ansiolíticos, sabe regular según su sintomatología. Las personas que desconocen la sintomatología de una persona depresiva intentan animarlo de una manera inadecuada. Forzar a un depresivo a hacer cosas que cuando está en una fase de crisis no puede realizar es inadecuado. Decirle que es un vago, porque a veces la debilidad le puede y necesita estar acostado, también es inadecuado. Deben estar vigilantes, pero sin agobiar al enfermo, ayudar creando un entorno de sosiego, atenderlo cuando él realmente necesite la ayuda que precise. Saber que es un enfermo y no es su voluntad estar así. Tratarle con cariño, pero nunca con pena. Él, al encontrarse mejor, reaccionará y poco a poco volverá a realizar una vida más o menos normal con las limitaciones que acarrean la enfermedad, ya que sus potenciales cognitivos no disminuyen, suelen ser personas con un coeficiente intelectual superior a la media, por lo que pueden ser muy útiles cuando se encuentran controlados, muy útiles y productivos para cualquier empresa que los emplee. Es compleja nuestra vida y en la sociedad actual donde prima el individualismo y la competitividad no se fomenta el trabajo en equipo en muchas ocasiones, o cuando se fomenta y cada persona del mismo aporta su potencial los resultados suelen ser óptimos. Las envidias no son sanas, debemos aprender de quienes nos rodean y saber darnos cuenta de nuestros errores, no recriminando a quien los comete inconscientemente, sino enseñándole para que no se repitan. Los depresivos deben ser tratados como iguales en el mundo laboral. Ellos, por su experiencia, saben cuándo están en condiciones de dar el máximo rendimiento a su trabajo.

Espero que este pequeño relato sirva a la sociedad para entender la enfermedad del siglo XXI.

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