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Barataria, monarcas y monarcos

14 de Enero del 2016 - José Luis Peira (Oviedo)

Los mediocres son muy perniciosos porque subvierten la escala de valores. La cita se le atribuye a Marsillach, Adolfo, y me viene al pelo para reflexionar en lo que sigue.

Que la estirpe política no deja pasar ocasión para retratarse es cosa sabida, bien, mal o mediopensionista, eso es lo de menos, lo que interesa es la foto. Las recién finiquitadas fiestas navideñas dejan año tras otro muestras indelebles. Por ejemplo el asunto de las cabalgatas. Hace ya algunos lustros en los diferentes municipios les dio a los señores ediles por ponerse de Reyes Magos, les hacía ilusión a los señores, desmintiendo, de esa manera, la manoseada frase de que lo importante en ese día son los niños o, como se dice ahora hasta el hastío, los más pequeños. Que hubiera que embetunar hasta el sonrojo a un sociata o a un pepero para pasarlo por Baltasar aunque los críos se dieran cuenta carecía de importancia, a nadie se le ocurría contratar para la ocasión a algún actor o mimo en paro, negro de color o, puestos a disfrazar a alguien relevante, al menos al típico jugador de baloncesto americano del equipo local, digo. Ni hablar, lo importante era que los señores concejales disfrutaran de la mascarada y, distribuyendo según su arco municipal colocaban en efímero reinado a los tres partidos más votados por eso de que en Navidad hay que ser buenos. Tres en las Cajas de Ahorros, tres en la cabalgata de Reyes... si hasta parece de Tolkien.

Pero los tiempos cambian y cada vez se cuelan elementos más aberrantes. Parecía que con el turrón ligth habíamos tocado techo pero aún cabía más y en un alarde de que la estupidez humana carece de límites he aquí que aparecen las reyas magas. Claro, con el precedente de los concejales pintarrajeados a ver quien les quita la ilusión a las señoras edilas, y su derecho. Convengamos que los niños son lo de menos, lo importante es que a un cargo electo nadie le niegue su ilusión de desfilar en carroza descubierta y así establecer igualdades paritarias equivalentes en su propia mismidad.

Se me ocurre, ahora que todavía queda un año entero para perpetrar inventos, que en el Portal de Belén se incorporen algunos cambios cuanto antes para estar acorde con los tiempos o tiempas. Por ejemplo San José. Debería pertenecer a una etnia minoritaria, ser divorciado en paro, sin papeles. La mula y la vaca, a fin de no ofender a los veganos, podrían ser un pimiento y un tomate y así darían calor ecológico al Niño Jesús, que debería ser niña o, mejor aún, mellizas, con alguna discapacidad y al menos una de ellas lesbiana. Los pastorcillos y demás figuras podrían pasar a ser un compendio de partidos, sindicatos, oenegés, asociaciones, desempleados en lucha, escolares, escolaras y clubes deportivos, se me ocurre. Y así sucesivamente.

Muchas voces se han alzado estos días acusando a la izquierda de ciertos desvaríos, y en eso no estoy de acuerdo. Más parece que la gilipuertez no entiende de ideologías si bien he de admitir que la tolerancia de esa izquierda a toda forma de expresión la hace más permeable a su polución. Aquí todo el mundo opina, sobre todo los memos, parece. A mí, francamente, las tradiciones me suelen parecer un tanto ridículas, pero pretender reivindicarse a través de ellas, incluso retorciéndolas a antojo me resulta lo más de lo más en cuanto a morro, ignorancia, egoísmo y caradura. He visto estos días a alguna de esas reyas magas hablando a los nenes y nenas y no he podido más que desternillarme recordando inevitablemente a ciertos personajes de los inigualables Monty Python, como esas mujeres barbudas tirando piedras al pecador, reclamando así un derecho que les era negado por mucho que el ejercer tal derecho fuera tan poco edificante como lapidar a un semejante, o semejanta. Resulta que la realidad va a superarles, de manera que pido todas las noches por el inmediato regreso a la escena de Terry Gilliam y sus caballeros de la tabla cuadrada y pongan algo de orden sarcástico en lo que todavía queda de inteligencia colectiva. Amén.

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