Reyes o magos

19 de Enero del 2016 - Sixto Fernández Porrón (La Fresneda)

Ahora que todos estamos más o menos satisfechos con los regalos recibidos el día 6 de enero, que discutimos si han de vestir de la manera regia que les sería propia o como magos, si han de ser varones o hembras, quiero plantear unas preguntas curiosas que nunca encontré en la escuela, en el catecismo o en los periódicos, ni en la sociedad en general. Son bien sencillas y debieran de venir a la mente de cualquiera mínimamente crítico, como algo lógico e inmediato en el instante en que se celebra fiesta de tal renombre. ¿Eran reyes o eran magos? ¿O ambas cosas? ¿Eran sus nombres los que creemos habitualmente? ¿Seguro que eran tres? ¿Venían de Oriente? ¿Quién lo dice? ¿Está documentado?

Antes de dar respuestas a tales interrogantes, conviene advertir que en ningún evangelio conforme a los cánones eclesiásticos se responde con claridad a ninguna de ellas, y solamente en el de San Mateo (capítulo 2) se dice: «Nacido Jesús en Belén en los tiempos del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos (…) y le ofrecieron como dones oro, incienso y mirra». A partir de datos tan mínimos hemos de dirigirnos a otras fuentes para conocer otras respuestas. Vayamos a ellas, es decir, a los otros evangelios, los llamados apócrifos. Advertimos que estos no son ni se pueden considerar falsos, simplemente no son aceptados, por diversas razones, como oficiales de la Iglesia, aunque se consideren de autor sagrado. Y aquí sí podemos aclarar más cuestiones de las planteadas al principio, con los textos literales entrecomillados.

En el evangelio Armenio de la Infancia se dice: «Pero al cabo de tres días he aquí que los magos de Oriente, que habían salido de su país, hacía nueve meses, y que llevaban consigo un ejército numeroso, llegaron a la ciudad de Jerusalén. El primero era Melkon, rey de los persas; el segundo, Gaspar, rey de los indios; y el tercero, Baltasar, rey de los árabes. Y todos habían llegado por orden de Dios, de la tierra de los magos, situada en las regiones del Oriente». Bien, ya empezamos a saber algo del origen de esos tres nombres, pero sigamos investigando. El protoevangelio de Santiago nos ayuda un poco más cuando se lee: «Y se produjo un gran tumulto en Bethelehem, por haber llegado allí unos magos diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el Oriente, y venimos a adorarlo». Y añade: «Y los magos vieron al Niño con su madre María, y sacaron de sus bagajes presentes de oro, de incienso y de mirra». Pero según la tradición, nos descoloca bastante el evangelio del Pseudo-Mateo: «Y, transcurridos dos años, vinieron de Oriente a Jerusalén unos magos que traían consigo grandes ofrendas. Y los magos, al divisar la estrella, se llenaron de alegría, y entrando en su casa, vieron al Niño Jesús en el seno de su madre y al Niño mismo cada uno le ofreció una pieza de oro. Después, uno ofreció oro, otro incienso y otro mirra».

Pero hay quien describe muchos más detalles del proceso y lo encontramos en el evangelio Árabe de la Infancia: «Y la misma noche en que el señor Jesús nació, un ángel fue enviado a Persia. Y apareció a las gentes del país como una estrella muy brillante Y los reyes de Persia dijeron a los sacerdotes: ¿Qué es este signo que observamos? Y contestaron: Ha nacido el Rey de los reyes, el Dios de los dioses, la Luz emanada de la luz. Y he aquí que uno de los dioses ha venido a anunciarnos su nacimiento, para que vayamos a ofrecerle presentes y a adorarlo. ¿Qué presentes debemos llevar? Y los sacerdotes contestaron: oro, incienso y mirra». Entonces tres reyes, hijos de los reyes de Persia, tomaron uno tres libras de oro, otro tres libras de incienso y el tercero tres libras de mirra y, al primer canto del gallo, abandonaron el país. Y confirman esa línea informativa los datos que nos proporciona el evangelio Armenio de la Infancia cuando dice: «Y un ángel se apresuró a ir al país de los persas para prevenir a los Reyes Magos y para ordenarles que fuesen a adorar al Niño recién nacido». Y los reyes eran tres hermanos: el primero, Melkon, que imperaba sobre los persas; el segundo, Baltasar, que prevalecía sobre los indios; y el tercero, Gaspar, que poseía el país de los árabes (aquí nos descoloca un poco el orden de los nombres)

Y nos completan la información, sin más detalles de importancia, los evangelios de Taciano y de Ammonio. Relata el primero: «Y he aquí que unos magos vinieron de Oriente a Jerusalén, y preguntaron: ¿dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque una estrella hemos visto en el Oriente y venimos a adorarlo». Y la estrella que habían visto en Oriente iba ante ellos, hasta que se situó sobre donde estaba el Niño. Y lo adoraron y le ofrecieron oro, incienso y mirra. Y el segundo indica: «Y unos magos de lejanas tierras vinieron a asistir a su nacimiento».

No estoy seguro de que los detalles proporcionados sean bastante para resolver todas las dudas planteadas, ni siquiera que haya mostrado toda la documentación existente, pero si en algo ayudamos a mejorar el conocimiento sobre la leyenda-realidad de la noche de Reyes es suficiente.

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