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¡Alemania, quién te ha visto y quién te ve!

12 de Enero del 2016 - José Luis Álvarez Lauret (Gijón)

De aquella Alemania del famoso "milagro alemán" de los años sesenta y setenta del pasado siglo, en tiempos de los cancilleres Adenauer, Edgard y Brandt, que recibió a millones de "Gastarbeiter" (trabajadores invitados) como ellos nos llamaban a los emigrantes, principalmente de Italia, España, Grecia, Portugal y la antigua Yugoslavia, parece que ya no queda nada, a juzgar por lo que hoy vemos y oímos que está pasando en aquel país. Entonces éramos unos pobres diablos sumisos y respetuosos cumplidores de las normas y leyes de aquel país que nos daba la oportunidad de trabajar y cobrar en marcos, moneda que estaba valorada quince veces por encima de la mísera peseta en que se había quedado nuestra moneda en la posguerra, para poder enviar a España hasta el último céntimo que conseguíamos ahorrar con tanto sacrificio, privándonos a veces hasta de lo principal, ansiosos de acortar al máximo nuestro tiempo de emigrantes y volver a nuestra tierra, que aunque dura entonces, siempre la llevamos en lo más hondo de nuestro ser.

A pesar de nuestro ejemplar comportamiento tanto en lo laboral como en el cumplimiento de las normas de convivencia, aun así, había ciertos nativos que nos demostraban su rechazo en todo momento. Hoy, cincuenta años más tarde, apenas queda alguno de aquellos "Gastarbeiter", a cambio les están llegando otros de países africanos y asiáticos que, según parece, nos están dejando a los de entonces en muy buen lugar (ya es antiguo eso de otro vendrá que bueno me hará). Este año, con motivo de la celebración de la llegada del nuevo año, según los medios de comunicación, ciertos energúmenos extranjeros residentes en distintas ciudades de Alemania, cometieron un sinfín de tropelías en forma de violaciones a mujeres alemanas, algo que en nuestra época de emigrantes ni ocurrió ni se nos pasó por la imaginación poner en práctica. Días después, pudimos ver en los informativos manifestaciones en contra de tan salvajes y deplorables comportamientos y alguna pancarta portada por mujeres culpando en parte a la canciller de lo que estaba pasando, como una que decía en alemán: "Frau Merkel, Sie haben es geschaft dass ich Angst habe, un meine Kinder und Enkelkinder" ("Señora Merkel, usted ha conseguido que yo, mis hijos y mis nietos tengamos miedo), y otra de una joven desnuda que decía: "Respektieren uns! Wir sind kein Freiwild, selbst wenn wir nackt sind!" ("¡Respétennos, no somos presa fácil, incluso cuando estamos desnudas!") .

Culpar a la canciller de lo que pasó quizá sea pasarse, pero, en mi opinión, en parte sí que se le puede reprochar su política de puertas abiertas ejercida últimamente con ocasión de la avalancha de refugiados sin -según parece- haber tomado las oportunas medidas de control para evitar en lo posible la entrada de sujetos indeseables. Pretender salir en la foto como la política más tolerante y receptiva de toda la UE tiene su cara y cruz, y este lado de la moneda parece que ya se está dejando ver.

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