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El derrumbe de la sensatez

12 de Enero del 2016 - Rafael Gutiérrez Amaro (Granada)

Actualmente los cristianos vivimos una tesitura difícil. El mundo paulatinamente va dando la espalda a Dios. El mundo quiere ir eliminando del panorama de la vida, del cada día: símbolos cristianos, tradiciones cristianas, costumbres cristianas, enseñanzas cristianas, personas y personajes cristianos, vivencias cristianas. Quiere decir, que se quiere eliminar a Jesucristo de la historia actual.

Y los cristianos que tenemos que hacer:

¿Escondernos? ¿Dejarlos hacer? ¿Separar nuestras vidas de las suyas? o por el contrario ser sal y seguir intentando construir los pilares de una civilización cristiana en la que Jesucristo siga presente.

La tesitura actual en la que se encuentra el mundo nos ha de preocupar y hemos de estar alerta para no acabar en las catacumbas, escondidos y sin vida propia o aniquilados.

En España, en toda Europa, en gran parte de América, en Asia y en áfrica, de una forma u otra, muy violenta a veces, se persigue a los cristianos: sus ideales, su estilo de vida, sus creencias, su propia vida.

Defender la vida desde su nacimiento, para muchos, ya no tiene sentido. La familia se desmorona y va perdiendo significado y entidad. El matrimonio ya es una amalgama de realidades confusas e inconexas. La sexualidad está perdiendo su sentido relativo al amor y a la vida, y se está convirtiendo solamente en un elemento: de lujuria, de tráfico ilegal y de placer que acaba esclavizando.

Cada vez abundan más las sectas antisociales y anticristianas, las sectas diabólicas. Los poderes autoritarios y muchas veces sanguinarios, las guerras, la corrupción, las disputas, el engaño, la mentira son una realidad generalizada cruda y terrible.

Y ante esto Jesucristo nos dice a los cristianos:

Vosotros sois la sal de la tierra. Más si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.

Este pasaje del evangelio siempre me ha dado mucho que pensar y más aún en estos tiempos, que como mencionó son, de desconcierto generalizado. Jesucristo a los cristianos, sus discípulos nos compara con lo más preciado, nos valora, nos estima; pero a su vez nos exige y nos compromete a una misión que no podemos eludir.

El anuncio es claro: Sois la sal de la tierra. Pero tras la claridad del anuncio la consecuente responsabilidad, y por eso a continuación nos dice: Si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada. Jesucristo nos dice claramente cuál es nuestra misión, nos habla de responsabilidad y para terminar se interroga con cierta dureza del posible incumplimiento por nuestra parte de dicho cometido.

¿Y qué hacer entonces en la coyuntura actual?:

Responder con valentía, defender nuestros derechos, no encogernos de hombros, comprometernos, educar a los ciudadanos, hablar abiertamente de virtudes y de valores, actuar con decisión en los foros políticos y sociales, y hacer que las leyes sean justas participando para ello en su elaboración.

Y termina Jesucristo diciéndonos en ese pasaje del evangelio:

Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

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