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A los héroes de Másquechuchos (y todos sus iguales)

5 de Febrero del 2016 - José María Bolaños (Gijón)

No es fácil en estos tiempos y con lo que se ve en los telediarios poner en valor la vida y el bienestar de los animales y concretamente de los perros. Aunque la conciencia de la gente ha avanzado mucho en este aspecto, la discusión está ahí dispuesta a enfrentarnos en cualquier momento. Pero no se puede ignorar la realidad de que en las ciudades de ahora la convivencia con los perros es lo más natural del mundo y una cotidianidad que salta a la vista. Como también que contagiados de ese ambiente se apunten a ella bastantes irresponsables, que al final se ven superados por las exigencias que ese modo de vida conlleva y terminan mirando para otro lado mientras se libran de lo que ya no es un simpático cachorrito. Sin contar a los impresentables que ven en los perros sólo una herramienta despreciable de trabajo, vigilancia o provecho, vete tú a saber, y que más tarde o temprano terminan por abandonar, si no se los llevan por delante de las peores maneras posibles.

Al final, quedan las estadísticas, números fríos y ajenos a dramas que no personalizan en absoluto el estado individual de cada caso, y que si no fuera por la intervención voluntaria y voluntariosa, altruista y abnegada de esta gente, que se pasa sus buenas horas intentando poner orden en aquel jaleo de celdas, repartiendo comida, cuidados y cariños a partes iguales para todos ellos, sobreponiéndose al lodazal en que se mueven cuando el tiempo se vuelve en contra, a los ladridos atormentados y permanentes de los que no saben qué hacen allí y dónde están sus dueños, esperando que cambie su destino, mientras sigues llegando otro y otro más, muchos más a finales de mes de los que consiguen irse. Si no fuera, digo, por estas personas, sería necesario tener un crematorio para hacer limpieza en las calles y en nuestras conciencias.

En estos momentos, tienen allí metidos más de 140. Hay que sumar los que estén en la perrera y en otros centros de acogida. Imaginadlos a todos por las calles vagando. No puede ser, ¿verdad? Porque, además, se reproducen a una velocidad tremenda. Una hembra de golden retriever puede tener ocho o nueve cachorros. Y un caniche enano, cuatro. Pues eso. Vuelvo ahora otra vez sobre lo que decía al principio. Claro que existen otros dramas en esta sociedad y para ello también hay otros héroes que merecen respeto, reconocimiento y ayuda, y la tienen en su medida, pero no haríamos bien ignorando a los que eligen dar su ayuda a los animales, porque también merecen respeto, reconocimiento y ayuda, que si no se les quiere dar, tampoco hay que ponerles dificultades, y menos aún desde gobiernos que se dicen solidarios en campaña electoral y por eso se les vota. Si todos los recursos se concentraran en una dirección solamente, menudo plan se nos iba a presentar.

La diferencia entre los gobiernos solidarios y comprometidos con sus ciudades de los que no lo son está en abarcar todas las necesidades que les presenta la sociedad y no dar la espalda a ninguna por incómoda que sea. Dedicar recursos en la medida que se pueda. Aunque no todo es poner dinero, también ayuda facilitar las cosas, sobre todo cuando se trata de mera burocracia. En este caso, bastaría con proporcionar un mejor terreno para tener acogidos a los perros. Darles un medio de transporte, aunque sea de segunda mano. Herramientas y material para mejorar las jaulas. Comida y mantas para tenerlos cuidados. Todo ello no creo que llegara al año a la mitad de lo que se gasta en los puñeteros fuegos artificiales, que si durasen menos tampoco importaría, y no digo nada de los conciertos ruinosos de las fiestas y otras gaitas, que no son más que fugas de dinero sin responsabilidad. Así que a estos héroes sin medalla, desde aquí, en mi nombre y en el de los perros, mi agradecimiento sincero.

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