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Resignación e impotencia

14 de Enero del 2016 - Begoña Rodríguez Valles (Gijón)

El día 1 de enero la paciente de la que vamos a hablar, mi madre, una señora de 85 años con una insuficiencia respiratoria, quedó ingresada en la planta 0 del Hospital de Cabueñes, en Gijón. Estaba teniendo una buena mejoría, por lo que nunca hizo falta que nadie llegara a acompañarla por las noches.

Empezábamos a hacer las visitas para acompañarla a partir de la hora permitida de visitas, que eran las 12.30 horas.

Todo estaba yendo muy bien hasta el día 6, cuando llegué a hacer la visita y compañía sobre las 13 horas. Entonces me encuentro a mi madre llorando y con un ataque de ansiedad, desesperada y diciendo que ella no dormía más en esa habitación. La noche del día 5 le llevaron una compañera de habitación (todo normal), pero con un problema que, a día de hoy, nadie se explica ni entiende: la señora sólo sabía gritar, desnudarse, intentar tirarse de la cama. Mi madre llamaba al timbre una y otra vez, pero en toda la noche sólo una vez le hicieron caso y fue para tapar a la señora y cerrarles la puerta de un portazo. Mi madre quedó llorando y muerta de miedo toda la noche. No olvidemos que tiene 85 años y en esa situación cualquiera, yo creo, hubiera salido corriendo de la habitación.

Después de consolar a mi madre, me dirigí al control de enfermería para contar lo sucedido y para saber si podría haber una solución. Las enfermeras me dijeron que no había camas libres y que no se podía hacer nada.

Cuando parecía que no quedaba otra y seguir tragando con esta sanidad que nos están dejando, nos avisan de que van a meter otra cama supletoria. Es decir, en una habitación de dos camas nos meten una nueva cama para una paciente que van a operar al día siguiente. Cuál es la sorpresa que se lleva esta paciente sobre el lugar en que la van a meter, pues no tiene ni una mesita ni un armario para poder guardar sus cosas.

Pedimos hablar con el responsable del Hospital en esos momentos. Era un día festivo, pero sabemos muy bien que alguien tiene que ser el encargado, aunque no nos quisiera ni ver ni recibir por estar demasiado ocupado (quién sabe, quizá descansando). Las enfermeras solamente sabían decirnos: ustedes mañana van y se quejan. Y si protestábamos un poco más, pues nos amenazaban con llamar a los guardias de seguridad.

Mi madre no quería volver a entrar en esa habitación porque estaba muy incómoda… Quiero dejar claro que no tengo nada en contra de la paciente que estaba con mi madre. Solamente que, quizá, las circunstancias de cada una no eran las mejores para compartir habitación y, encima, luego ya eran tres mujeres en una habitación de dos. Sobre esto, la señora de la cama supletoria ya se había quejado y la amenazaron con que si no pernoctaba en esa habitación no tendría derecho a la operación que estaba programada para la mañana siguiente.

Pasé toda la noche del día 6 con mi madre. En esa situación no la quería dejar sola, ni ella quería quedarse sin compañía. La noche fue horrible, tal y como mi madre me lo había descrito de la noche anterior. Las enfermeras no nos hicieron caso ni aun acercándome yo al control. Sólo sabían decirme que no se podía hacer nada.

¿Cómo puede ser que pase esto en un Hospital? ¿Cómo nos pueden decir que no hay camas?

Se sabe de sobra que hay una planta del Hospital que lleva cerrada desde el mes de junio.

Qué nos queda por ver, adónde va a llegar la sanidad asturiana. No hay camas, no hay personal de trabajo, pero sí hay cada vez más despachos de jefaturas.

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