Plan del lobo

15 de Marzo del 2016 - José Ramón Suárez Calvo (Gijón)

Asistimos recientemente en Campo de Caso a una charla explicativa sobre el futuro plan del lobo, y tenemos que confesar que aunque íbamos escépticos de escuchar propuestas realistas sobre ese grave problema que amenaza la subsistencia de la ganadería extensiva en nuestros montes, después de oír lo que allí se expuso por parte de los convocantes y las opiniones de varios ganaderos, creo que la inmensa mayoría salimos convencidos de que el problema persistirá, porque allí lo que se mostró fue un panorama desalentador y, lo que es peor, ninguna alternativa que permita detener la sangría de muertes y el consiguiente descalabro económico a nuestros ganaderos.

Escuchamos los datos que maneja la Consejería y nos parecen tan alejados de la realidad que no acertamos a comprender de dónde se han extraído ni por quién. Decir que en Casu se sabe de la existencia de dos manadas constatadas denota, si no ignorancia, por lo menos un intento de minimizar el problema ofreciendo cifras irreales. Estos días se ha sentido aullar en las inmediaciones del pueblo de Nieves, también en La Felguerina, por no hablar de la manada estable de Brañagallones, donde existe una estación de seguimiento, amén de los que se avistan en Contorgan y las majadas de Orlé. Podemos apostar seguro que existen bastantes más de dos manadas, así que si no están ciertos de los datos, por lo menos no confundan. Los lobos se han multiplicado, pese a las afirmaciones interesadas que hablan de un número estable, cuando no de su disminución. Señores, los daños están ahí y esos sí que no admiten contestación. En el año 2014 hubo un aumento de más del 11 por ciento, con mil animales muertos, de los que hay constancia cierta. Y dejemos la falacia de los perros asilvestrados o la malicia del pastor que los pone para cobrar los daños. Habrá algún caso, como existe en todas las profesiones, de malas prácticas, pero para nada es una costumbre habitual. Un ganadero se preocupa por sus animales, de ellos depende y para sacarles un rendimiento los cría.

Sobre la pretensión que algunas fuerzas políticas proponen de elaborar un censo actualizado, manifestamos nuestras dudas de que esto se pueda realizar con un mínimo de rigor. Algún guarda de la vieja escuela, guarda con mayúsculas, me manifestó que en toda su larga carrera nunca había divisado un lobo. Las condiciones de la cordillera Cantábrica son las menos propicias para realizar su avistamiento de forma directa. Sí se observan rastros y señales de su presencia, pero verlos es muy difícil. ¿Quién los cuenta y qué metodología emplea para ello? ¿Nos fiaremos de esos datos? Puede estar bien la propuesta, pero nos parece de muy difícil ejecución. Hoy por hoy, los lobos son una plaga y como tal habría que actuar. Ofrecer esa frase tan de moda ahora de "control poblacional" actuando sobre ocho lobos a repartir entre once municipios nos parece una mala aplicación. Se dará el caso de que se eliminen en localizaciones donde los daños son escasos y se dejen zonas donde están causando bastantes ataques. ¿Se eliminan machos o hembras, ejemplares jóvenes o camadas? Muy impreciso y deslavazado todo.

Luego están otras consideraciones, como es el excesivo tiempo en pagar los daños. La ausencia en contemplar el lucro que se deja de percibir por animales con crías o con una genética que se tardó mucho tiempo y dinero en conseguir, y que no está contemplada, amén de abortos y daños que exigen la intervención veterinaria.

Y luego, como problema colateral, la ausencia de comprensión por parte de una sociedad urbana y de componente animalista, donde el lobo prevalece sobre el paisano, sin darse cuenta de que es posible la convivencia entre ambos; nadie habla de extinción, pero cuando los daños que causan sobre los animales, de donde salen las chuletas que comemos, la ecuación sobre sostenibilidad se quiebra, y desgraciadamente por la parte que en una situación de desequilibrio se debería apostar siempre por el hombre, por encima del animal que impide su supervivencia. En España y de forma particular en Asturias, los habitantes del medio rural se sienten en muchas ocasiones ciudadanos de segunda y, lo que es peor, cuando desaparezca la memoria del campo ya será casi imposible recuperarla, como sentenciaba un buen amigo, que de esto sabía mucho.

Así están las cosas. Negro futuro el que se avecina.

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