Los ríos van a la m...
Terminada la temporada de pesca en el río y a la espera de la próxima, es
costumbre hacer balance y reflexiones.
Una cosa está clara y casi nadie la pone en duda: esto se puede acabar.
Se ha hablado mucho de las causas: la contaminación de los ríos, la pesca en
el mar, el furtivismo y… los cormoranes.
Hace unos cuatro años pesqué en el coto truchero de Cangas del Narcea. En el bar
del pueblo de La Regla de Perandones me encontré con varios guardas que
me explicaron a qué se debía, a su entender, la escasez de truchas..
Comentaban que hacía varios años que solicitaban con insistencia a la
Consejería el control de cormoranes, pero que los biólogos del servicio de
Pesca se negaban rotundamente a autorizarlo y ni siquiera querían hablar del
asunto.
Por fin, ante lo alarmante de la situación, la guardería había recibido
aquel mismo año el encargo de hacer un censo aproximado de estas aves y
descubrió, asombrada, que sólo en el embalse de Pilotuerto pernoctaban más
de 600 ejemplares que con el nuevo día se dispersaban por toda la cuenca.
Si un cormorán, según los expertos, come del orden de 500 gramos diarios de
pescado, sólo los de la zona alta del Narcea se despachan 300 kilos de peces
cada día.
Y ustedes se preguntarán: «¿Y qué peces comen los cormoranes?» Pues, señores,
fundamentalmente, esguines de salmón y trucha.
Los que se crían en esas fábricas de «comida para cormoranes» que ha puesto
la Consejería y que llama ostentosamente «centros ictiogénicos».
Cada año la Consejería anuncia con autocomplacencia las repoblaciones
efectuadas en cada río: «… este año, en el Narcea, hemos soltado 150.000
esguines de salmón y 300.000 de trucha. Y en el Sella tantos y
tantos, etcétera.”
Y qué, si eso se lo cepillan los cormoranes en un par de meses. ¡Cómo se
puede ser tan obtuso!
Las conclusiones son fáciles de sacar: una incuria e incompetencia de los
«cerebros» de la Consejería que roza lo delictivo; una malversación de
caudales públicos (al menos atípica), porque se está gastando mucho dinero
público en repoblaciones que sólo sirven para que la cría de cormoranes haya
experimentado un progreso espectacular; un desconocimiento del medio que
produce escalofríos. ¿Cómo es posible que no sospecharan que un ecosistema
tan frágil como es un río, ya sometido a la presión insoportable de la
pesca, iba a soportar, además, la presencia masiva de superdepredadores como
son los cormoranes?
Estos señores biólogos no quisieron escuchar, durante años, el clamor popular
para que se controlasen estas aves al igual como se hace, por ejemplo, con
las gaviotas, los lobos o los topillos. Hacían caso omiso y despreciaban la
opinión de los guardas y las asociaciones de pescadores, por pura soberbia,
porque tenían «estudios superiores» y no podían equivocarse. Y así, poco a
poco, pero inexorablemente, han puesto, junto con otros factores
secundarios, el salmón al borde de la tragedia.
Ahora, una serie de preguntas que todos nos hacíamos ya tienen respuesta:
¿Por qué no retornaron convertidos en salmones los esguines que se soltaron
en los ríos asturianos? Sencillamente, porque se los comieron antes de
iniciar su viaje.
¿Qué es lo primero que come un cormorán? Lo más fácil de capturar; los
inexpertos esguines de salmón y trucha criados en bañeras, que no saben ni
escapar.
¿De quién es culpa? Primero, de las asociaciones de pescadores, que ante
la evidencia de lo que estaba sucediendo no se plantaron con todos los
medios a su alcance. De la guardería, por no hacer valer su criterio ante
sus superiores, aun estando respaldados por miles de pescadores. De los
mencionados «cerebros con estudios superiores», biólogos de la Consejería de
Media Ambiente y Desarrollo Rural, cegados por la soberbia (y la soberbia
ciega mucho). Del Consejero, por contemplar impasible el despropósito. Y de
Areces, por ser quien nombró al Consejero.
¿Por qué los cormoranes comenzaron a desplazarse a los ríos? En la ribera
marítima escaseaba la comida y en los ríos resulta extremadamente fácil de
obtener. El Homo sapiens rompió el equilibrio y no lo supo restaurar.
¿Por qué no hay ceses, ni dimisiones, ante una política de sostenibilidad de
recursos tan errónea y fracasada? Porque en este país… ya se sabe: súbete
al carro y a ver quién te baja. Para poder despedir hay que ser puro, y esa
cualidad no abunda; y en los políticos, menos.
Casi todos los aficionados conocen la playa de Mier, en el Cares, en sus
tiempos quizás el mejor sitio de pesca de truchas de Asturias.
Ahora no hay una trucha en todo su alrededor después de que se instalara en
ella una colonia de más de 80 cormoranes.
Conozco a alguien que un día de 2007 disparó a un cormorán con un rifle
del 22, cerca de allí. Cuando comprobó que nadie lo había visto lo recogió y
le abrió el buche; contenía siete esguines de salmón y el último todavía
palpitaba.
En el Caudal, en el coto sin muerte de Mieres, tampoco queda una trucha;
todos hemos visto al pasar por la autopista los cormoranes, uno en cada
farola del paseo fluvial, secando sus alas después de un fructífero buceo.
El colofón es pura obviedad: es inútil repoblar si no se controlan
exhaustivamente los cormoranes, ya que no se les puede convencer de que
vuelvan a la mar. Ahora lo quieren hacer. Ojalá no sea demasiado tarde.
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