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Los ríos van a la m...

22 de Octubre del 2009 - Antonio Alonso (Gijón)

Terminada la temporada de pesca en el río y a la espera de la próxima, es

costumbre hacer balance y reflexiones.

Una cosa está clara y casi nadie la pone en duda: esto se puede acabar.

Se ha hablado mucho de las causas: la contaminación de los ríos, la pesca en

el mar, el furtivismo y… los cormoranes.

Hace unos cuatro años pesqué en el coto truchero de Cangas del Narcea. En el bar

del pueblo de La Regla de Perandones me encontré con varios guardas que

me explicaron a qué se debía, a su entender, la escasez de truchas..

Comentaban que hacía varios años que solicitaban con insistencia a la

Consejería el control de cormoranes, pero que los biólogos del servicio de

Pesca se negaban rotundamente a autorizarlo y ni siquiera querían hablar del

asunto.

Por fin, ante lo alarmante de la situación, la guardería había recibido

aquel mismo año el encargo de hacer un censo aproximado de estas aves y

descubrió, asombrada, que sólo en el embalse de Pilotuerto pernoctaban más

de 600 ejemplares que con el nuevo día se dispersaban por toda la cuenca.

Si un cormorán, según los expertos, come del orden de 500 gramos diarios de

pescado, sólo los de la zona alta del Narcea se despachan 300 kilos de peces

cada día.

Y ustedes se preguntarán: «¿Y qué peces comen los cormoranes?» Pues, señores,

fundamentalmente, esguines de salmón y trucha.

Los que se crían en esas fábricas de «comida para cormoranes» que ha puesto

la Consejería y que llama ostentosamente «centros ictiogénicos».

Cada año la Consejería anuncia con autocomplacencia las repoblaciones

efectuadas en cada río: «… este año, en el Narcea, hemos soltado 150.000

esguines de salmón y 300.000 de trucha. Y en el Sella tantos y

tantos, etcétera.”

Y qué, si eso se lo cepillan los cormoranes en un par de meses. ¡Cómo se

puede ser tan obtuso!

Las conclusiones son fáciles de sacar: una incuria e incompetencia de los

«cerebros» de la Consejería que roza lo delictivo; una malversación de

caudales públicos (al menos atípica), porque se está gastando mucho dinero

público en repoblaciones que sólo sirven para que la cría de cormoranes haya

experimentado un progreso espectacular; un desconocimiento del medio que

produce escalofríos. ¿Cómo es posible que no sospecharan que un ecosistema

tan frágil como es un río, ya sometido a la presión insoportable de la

pesca, iba a soportar, además, la presencia masiva de superdepredadores como

son los cormoranes?

Estos señores biólogos no quisieron escuchar, durante años, el clamor popular

para que se controlasen estas aves al igual como se hace, por ejemplo, con

las gaviotas, los lobos o los topillos. Hacían caso omiso y despreciaban la

opinión de los guardas y las asociaciones de pescadores, por pura soberbia,

porque tenían «estudios superiores» y no podían equivocarse. Y así, poco a

poco, pero inexorablemente, han puesto, junto con otros factores

secundarios, el salmón al borde de la tragedia.

Ahora, una serie de preguntas que todos nos hacíamos ya tienen respuesta:

¿Por qué no retornaron convertidos en salmones los esguines que se soltaron

en los ríos asturianos? Sencillamente, porque se los comieron antes de

iniciar su viaje.

¿Qué es lo primero que come un cormorán? Lo más fácil de capturar; los

inexpertos esguines de salmón y trucha criados en bañeras, que no saben ni

escapar.

¿De quién es culpa? Primero, de las asociaciones de pescadores, que ante

la evidencia de lo que estaba sucediendo no se plantaron con todos los

medios a su alcance. De la guardería, por no hacer valer su criterio ante

sus superiores, aun estando respaldados por miles de pescadores. De los

mencionados «cerebros con estudios superiores», biólogos de la Consejería de

Media Ambiente y Desarrollo Rural, cegados por la soberbia (y la soberbia

ciega mucho). Del Consejero, por contemplar impasible el despropósito. Y de

Areces, por ser quien nombró al Consejero.

¿Por qué los cormoranes comenzaron a desplazarse a los ríos? En la ribera

marítima escaseaba la comida y en los ríos resulta extremadamente fácil de

obtener. El Homo sapiens rompió el equilibrio y no lo supo restaurar.

¿Por qué no hay ceses, ni dimisiones, ante una política de sostenibilidad de

recursos tan errónea y fracasada? Porque en este país… ya se sabe: súbete

al carro y a ver quién te baja. Para poder despedir hay que ser puro, y esa

cualidad no abunda; y en los políticos, menos.

Casi todos los aficionados conocen la playa de Mier, en el Cares, en sus

tiempos quizás el mejor sitio de pesca de truchas de Asturias.

Ahora no hay una trucha en todo su alrededor después de que se instalara en

ella una colonia de más de 80 cormoranes.

Conozco a alguien que un día de 2007 disparó a un cormorán con un rifle

del 22, cerca de allí. Cuando comprobó que nadie lo había visto lo recogió y

le abrió el buche; contenía siete esguines de salmón y el último todavía

palpitaba.

En el Caudal, en el coto sin muerte de Mieres, tampoco queda una trucha;

todos hemos visto al pasar por la autopista los cormoranes, uno en cada

farola del paseo fluvial, secando sus alas después de un fructífero buceo.

El colofón es pura obviedad: es inútil repoblar si no se controlan

exhaustivamente los cormoranes, ya que no se les puede convencer de que

vuelvan a la mar. Ahora lo quieren hacer. Ojalá no sea demasiado tarde.

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