Doce años sin ti
Querida madre:
Siempre tuve en mi cabeza escribirte una carta como ésta, para que tú desde el cielo la pudieras leer.
Hoy hace doce años que "te fuiste", Dios te quiso allí con él. De otra manera, tú nunca te hubieras ido.
Madre, necesitaría el periódico entero para poder hablar de ti y aún me quedarían cosas por decir. Has sido muy gran madre, y todavía hoy lo sigues siendo. Has traído 17 hijos a este mundo y a ninguno le faltó jamás cariño y dedicación por tu parte, ni tampoco los mejores consejos y principios para caminar por la vida con humildad, pero siempre con la cabeza bien alta.
Todos estamos orgullosos de ser tus hijos, eso te lo puedo asegurar.
Madre, un día escuché una frase que me cautivó, además de ser ese el motivo por el cual hoy no estés con nosotros (físicamente), "se te gastó el corazón de tanto usarlo". Doy fe de que así fue, estoy seguro de que en el cielo te han puesto uno nuevo y que allí lo seguirás usando y que también tus hijos: Blanqui, Josín, Bertín y mi padre de ti estarán disfrutando.
No quiero acabar esta carta sin antes decirte algo que nunca te dije: gracias, gracias, madre, por haber cuidado de mi hijo Iyán, pues lo hiciste como si de un hijo tuyo se tratase; hoy, con sus 26 años, es un hombre hecho y derecho y en gran parte te lo debe a ti, y él lo sabe y te sigue echando mucho de menos, al igual que todos y cada uno de tus hijos y nietos.
Bueno, madre, dales besos a Blanqui, Josín, Bertín y a mi padre, y todo nuestro amor, respeto y admiración para ti.
Ángel Jorge Rubio Rodríguez
Oviedo
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