¡La unidad de España es innegociable!
La verdad es que cuesta creerse las noticias que, en forma de gotas persistentes, caen un día sí y otro también sobre el recipiente de la política española amenazando no ya con llenarse, sino con rebasar su límite y, por tanto, terminar derramándose sobre el futuro de España.
Creer que un lendakari vasco prefiera un Gobierno con el apoyo y la colaboración de Podemos, con lo que estos representan y han demostrado ya con sus hechos, es de un antiespañolismo vergonzoso, pues bien conoce con quién pactó Pablo Iglesias en Navarra y con qué grupos de extremistas se codea. Hace tiempo que el Partido Nacionalista Vasco perdió de vista su moderación, pero con sus palabras, que espero no con sus hechos, está demostrando que su interés es puramente estratégico con vistas a conseguir lo que los etarras no han podido.
Ver y oír, día sí y día también, cómo el heredero de ZP, Pedro Sánchez, mendiga por todas las comunidades de España y fuera de ésta que le den ideas de cómo poder llegar a ser presidente sin haber ganado las elecciones es patético. Como patético es el que visite Portugal para aprender cómo se las han arreglado allí o que vaya a ver al "showman" cántabro para que le aconseje cómo gobernar sin ganar, como es el caso del señor Revilla.
Pero ahí no queda todo. Si patético es lo primero, vergonzoso para la historia del socialismo español es llegar a acuerdos con quienes le exigirán, si gobierna, la autodeterminación unilateral de una o varias partes de España. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Todas estas puestas en escena están generando un sentimiento de traición hacia quienes hemos jurado en unos casos y prometido en otros defender y garantizar la unidad de España y cuando aún hay muchos cuerpos de españoles en las cunetas que han dado su vida por ello, que merecen, al menos, un respeto, ¡digo yo!
Unos lo hemos hecho cuando voluntariamente hicimos el servicio militar, y no fuimos objetores; otros lo han hecho en diferentes ocasiones y en diferentes instituciones. Hasta los mismos socialistas han compartido lo que la mayoría, antes y después de la Constitución, que también juramos o prometimos defender.
Escudarse en que Mariano Rajoy no debe ser el presidente cuando su partido, el PP, ganó las elecciones, es solamente una opinión, nunca una justificación, pues un solo hombre no hace daño a una nación. Un Gobierno, y más como el que pretende formar el secretario general de los socialistas, sí.
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