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Los símbolos que vienen

22 de Enero del 2016 - José Luis Peira García (Oviedo)

Si en algo aventaja a la derecha española a sus oponentes es, precisamente, en el manejo para su beneficio de los símbolos. Ya en la última guerra civil, el bando golpista, al que bien podría habérsele llamado así, o traidor, fascista, etc, consiguió ser reconocido como Bando Nacional, negando al enemigo su españolidad, por mucho que era esa la España legalmente constituida, aunque deprimente.

Y así hasta hoy. El uso de las banderas y demás símbolos nacionales, parecen patrimonio de la derecha, y al referirme a la derecha no lo hago sólo hacia la clase política y aledaños, sino también al pueblo llano, de infantería. Esa ventajosa utilización del simbolismo es tal que en el espectro opuesto dichos emblemas y manifestaciones han terminado por causar rechazos y alergias. Si se continúa por ese hilo es posible comprobar como el reiterado discurso consiste en señalar al rival polucionado o poseído como por algo ajeno a la patria, así, los calificativos habituales que inmediatamente copia y repite el pueblo llano y acrítico son referencias a algo exterior: bolivariano, cubano, marxista, estalinista en definitiva, anti español. Incluso cuestiones de razonamiento personal como ateo, republicano o masón se perciben de alguna manera relacionadas con algo exterior. Porque es sabido que aquí no se cría nada malo excepto la mosca de la siesta y algún defensa central leñero.

Ser un español de bien y de orden consiste en acudir al parlamento con corbata y apostar por pactos que den estabilidad y nos alejen de aventuras revolucionarias porque lo que Dios manda para este país lleno de españoles muy españoles y mucho españoles es el inmovilismo. Con ello se intenta, y en ocasiones logra, desdibujar otras realidades, que también son españolas con carta de origen y hasta pedigrí. Los tiempos cambian, la estética y las formas de la calle, de las calles españolas, bien pueden reflejarse en los centros de toma de decisión: lo que importa de un administrador, lleve como lleve los rizos, es que no haga aeropuertos innecesarios, ni reparta a cuenta del erario tarjetas de crédito ilimitado a sus amigotes, ni facilite que éstos se lleven la pasta a paraísos fiscales, porque eso, y precisamente eso, es lo verdaderamente anti español. Incluso, yendo más allá, si la sociedad cambia es de suponer que la democracia está para asimilar esa transformación y expresarla, y no al revés, si lo que los españoles piden es, un suponer, que en los toros no se vean minifaldas, pues será que es eso lo que piden y no hay que tratar de convencerles de que se han equivocado.

Veo que la simpleza está lo bastante extendida como para que muchos hayan caído en la trampa. No me veo apto para aventurar la capacidad o habilidades de gestión de los recién llegados, ni de su honradez, acaso por mi propia miopía, sin embargo me escandaliza que la de otros haya sostenido en el poder a personajes a todas luces siniestros o manifiestamente analfabetos, pero invariablemente desleales con la patria. Con el advenimiento de la democracia ese mismo hemiciclo se llenó de chaquetas de pana, flequillos, patillas y coderas que llegaron para sustituir a un desmesurado número de uniformes militares, ver fotos, gafas oscuras o trajes de corte rancio estilo años cincuenta, que parecía aquello el decorado del imperio maligno de las pelis de James Bond. También fueron llegando mujeres, desafío a la certeza de que sólo servían para criar españoles, caramba, si hasta el rey de entonces era un ye-ye y la reina impactó con su vestido fucsia en la coronación, gesto ilusionante opuesto al riguroso luto de la madrastra de Meirás y su decimonónica corte.

Los símbolos y las formas son humo al fin, uno que se suele usar para enmascarar aviesas prácticas. Los hechos, por ellos les conoceréis. Eso es lo que importa. Ojalá que quien venga deje a esta España que no la reconozca ni la madre que la parió. Pero bien. O regular. No sé si me explico.

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