Valentín Gómez, sembrador de amistades
Calladamente, como había discurrido su vida, sin alharacas, sin ostensiones aparatosas, dejó esta vida de aquí abajo nuestro entrañable amigo Valentín Gómez Sánchez. Había sido en su vida seminarista comillés, después catedrático de Lengua Latina y, ahora, ya jubilado, compartía tareas de servicio voluntario en el Banco de Alimentos y en el Archivo Histórico Diocesano, además de su colaboración en su parroquia de Santo Domingo. Como pocos, ejercía casi como una sacra profesión, la tarea de ir por la vida sembrando amistad.
Sembrador de amistad, se me ocurre como la mejor definición de mi gran amigo y colaborador en los afanes y tareas de nuestro Archivo Histórico Diocesano de Oviedo, donde su figura cariñosa y condescendiente, su rostro marcado siempre por una grata sonrisa, su afectividad las echaremos mucho de menos sus compañeros voluntarios y, especialmente, un servidor, desde mi compromiso de llevar a la práctica la filosofía básica de la Iglesia en relación a sus archivos, que no es otra que poner los fondos documentales de su patrimonio al servicio de la sociedad.
Su corazón, que desbordaba, a borbotones, cariño, bonhomía, generosidad y entrega a los demás, no correspondía al ritmo agotador que Valentín le imponía, para estar siempre en vigilante actitud de encontrar vías para poder servir mejor a los demás, para llevar a los demás los frutos de su caridad acendrada. Sus válvulas postizas, sus marcapasos, sus variadas intervenciones quirúrgicas no daban abasto para cumplir cada uno la funcionalidad que le estaba asignada de acercamiento a los demás, a sus prójimos, para con quienes cumplía en exquisitez el precepto del Decálogo: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Valentín era el último en preocuparse de sí mismo, yendo siempre por delante la preocupación por los suyos, por los que tanto quería, su esposa, Rosa, sus hijos y sus nietos.
Felizmente, en la Iglesia, en medio de nuestro mundo de hoy, en Cáritas o en las instituciones eclesiásticas de beneficencia, en las organizaciones de apoyo a los pobres, a los abandonados, a los exiliados y a los refugiados, ha desarrollado la ramificación de sus raíces y de sus ramas un concepto, un sistema, un método, un modo de entregarse al servicio de los demás. Es el "voluntariado" que presta a los demás una parte del tiempo personal, restándolo a las posibles dedicaciones a un ocio múltiple particular. Los voluntarios encuentran miles de modos y de ingeniosidades para poder llevar adelante su gran meta: servir a los demás, a los hermanos.
Subtítulo: Caluroso "in memoriam"
Destacado: Era como si estuviera siempre al atisbo en la búsqueda de cualquier oportunidad para poner en funcionamiento sus capacidades inmensas de ser servidor
A esa escuela, a esa nueva forma de contemplar la existencia, a esa filosofía de servicio, a esa manifestación de la caridad, adaptada a los tiempos y circunstancias nuevos, pertenecía nuestro queridísimo amigo Valentín Gómez. Su corazón parecía aliviarse de sus dolencias, de sus variadas peripecias y limitaciones, de sus apetencias personales, para dirigir y encaminar sus pasos hacia una meta segura y nunca escatimada: ser hermano entre los hermanos que necesitaran su apoyo y su ayuda, su palabra de amistad. Valentín era como si estuviera siempre al atisbo en la búsqueda de cualquier oportunidad para poner en funcionamiento sus capacidades inmensas de ser servidor.
Valentín Gómez Sánchez fue un hombre bueno, un cristiano comprometido, una persona abierta, sobre todo, a dejar desbordar todas las potencialidades de su caridad y de su cálida amistad, un maestro eficaz en gran manera para con sus muchos discípulos. Valentín Gómez Sánchez, fuera en el Banco de Alimentos, fuera en el Archivo Histórico Diocesano, fuera en la Acción Católica, fuera en las múltiples actividades de su parroquia, en que siempre se le hallaba comprometido, fuera en cualquier manifestación de servicio a los demás, fuera en no sé cuántos cientos de cosas, Valentín era, ante todo, sembrador de caridades, de amor a los demás, de amistades, de generosidades de servicio, de comunicabilidad de ilusiones y de entrega a los otros.
De Valentín, de nuestro Valentín, el del Archivo Histórico Diocesano, me gusta realzar esta faceta de verlo rodeado de libros sacramentales, sumergido en continuadas búsquedas de antecesores, sobre todo de cubanos, para abrirles camino a posibles consecuciones de una necesitadísima segunda nacionalidad, para conseguir exiguas pensiones con que aliviar tantas carencias, que no pueden ser vistas sino como de hermanos, que sólo así queremos contemplarlos, viendo en ellos un eximio servicio de caridad cristiana. Ahí estaba él siempre animoso, al igual que todo el grupo de los demás voluntarios, buceando, a la búsqueda del dato ansiado, para suplir tantas deficiencias y aliviar, en alguna forma, a nuestro humilde alcance la solución tan vehementemente solicitada. Las peticiones de tantos hermanos que tenía pendientes en su carpeta del archivo ya no podrá cumplimentarlas nuestro Valentín. Habrán de suplirle los demás voluntarios del archivo, con la generosidad de su dedicación.
En un libro de bautizados de su parroquia quedó inscrito, en un registro actuario, hace setenta y tres años, su nombre de cristiano y de bautizado y, más tarde, de haber sido confirmado. En otro de casados, se encuentra la constancia de haber recibido el santo sacramento del matrimonio, que contrajo con su queridísima Rosa. Hoy, después de la despedida en su parroquia ovetense de Santo Domingo de Guzmán, el párroco dejará anotado que "Valentín, confortado con los auxilios espirituales del sacramento de la penitencia, del santo viático y de la unción de los enfermos, pasó de esta presente vida a la casa del Padre en espera de la resurrección universal. Cuando otros en el futuro quieran explorar los datos anotados que a nuestro querido Valentín se refieren encontrarán su sucinta biografía, la biografía de un cristiano, de un discípulo de Cristo, de un servidor bueno y fiel de su condición de creyente en Cristo y de amante de sus hermanos en el Señor. Descansa en paz, carísimo Valentín. Entra en el gozo y en la paz perpetua de tu Señor.
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