Gracias, Susi
Se ha muerto Susi, mi maestra de octavo de EGB, la mía y la de tantos adolescentes de mi generación, pero yo le digo mi maestra porque me marcó. En mi recuerdo: joven, alegre, transmitía vida y frescura, pero, sobre todo, transmitía bondad. Creo que en el más amplio sentido de la palabra, Susi era una buena persona y una buena maestra. El buen maestro no es sólo el que enseña bien, sino el que se preocupa de sus alumnos como seres humanos, el que adivina sus emociones más escondidas, el que te conoce por dentro, el que te entiende, el que te da su amor.
Tú sabías que mi familia tenía pocos recursos económicos y adivinaste que a una chica adolescente como yo le gustaría alguna vez (aunque sólo fuera una) estrenar ropa nueva y no de segunda mano como en aquel tiempo hacía. Por eso me llevaste desde Infiesto a la mejor tienda de Oviedo y allí me compraste una falda-pantalón (estaban de moda), una camisa a juego y una chaqueta preciosa. Todavía puedo visualizar perfectamente, con todo lujo de detalle, cada una de esas prendas, porque significaron muchísimo para mí.
Te dí las gracias aquel día, Susi, pero hoy que te has ido siento que debería haberte dado las gracias al menos otra vez, una y mil veces más, porque personas como tú hacen que el mundo sea un lugar mejor donde vivir.
Como no puedo hacerlo ya, y como homenaje póstumo, quiero enviar al mundo esta carta, para que todos sepan cómo eras: la mejor maestra del mundo. Gracias, Susi.
Margarita Allende Valle
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