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El periodismo que llega

31 de Enero del 2016 - José Luis Peira (Oviedo)

Convengamos que los recortes económicos han dañado de múltiples formas al periodismo. Se alcanza a comprender que como consecuencia de las disciplinas materiales es ésta, como tantas otras, una profesión en crisis. Pero algunos aspectos no son admisibles ni se justifican por circunstancias financieras. Paso a ejemplos.

Detectado al principio en programas deportivos. Los protagonistas, en defensa de elementales derechos, acosados por teleobjetivos y descifradores del lenguaje, hace tiempo que optaron por taparse la boca para hablar. Privados de esa herramienta la prensa pasó a fase dos, que consiste en presumir lo que dicen y, pásmense, a fase tres, que es nada menos que saber lo que piensan. Como todo lo que sale en la tele es verdad manejan con desfachatez esa presunción como información veraz y así se cuela en los circuitos informativos de todo pelaje. Ahora, un Twitter es noticia y causa de discrepancia nacional, aunque quien lo haya colgado sea un lateral izquierdo medio analfabeto exultante por un empate a domicilio o un concejalillo de población agropecuaria. Así estamos.

En los programas de entretenimiento a costa de saber quién se acuesta con quién, o casi, se coló una novedad informativa que se podría definir como: a mí me han dicho que independientemente de que eso se lo hubiera dicho la vecina del cuarto o alguno harto de copas a las cuatro de la mañana el a mí me han dicho cuajó y se hizo lugar en la rabiosa actualidad..

El corporativismo no tiene límites, de manera que esas y otras cuestiones, lejos de causar escándalo, sonrojo y crítica del gremio han traspasado como instrumento barato a todas las esferas informativas. Hoy, ayer, mañana, en cualquier tertulia, declaraciones impresas o artículos de fondo podemos observar ese manejo infame del pensamiento ajeno. Así, nos vamos habituando a oír cosas como Los españoles quieren o los votantes del pesoe piensan que, o los nacionalistas no han votado para esto o aquello y no para lo otro, las urnas han dicho... Ellos, los chicos de la prensa y afines, saben nada menos lo que piensan varios millones de personas a la vez. De manera que la mil veces santificada profesión, algunas veces merecidamente pero no tantas, ahora tiene una habilidad hasta ahora desconocida, el de pitonisos. La fe del público se ha terminado por convertir en un elemento clave de la prensa

Cerrando el círculo y como botón de muestra vamos regresando de nuevo al deporte. Un tertuliano habitual en multitud de medios, azote divino, que lo mismo habla de la corrupción en el ayuntamiento de Reus que de colisiones de supernovas ha recalado también en corrales futboleros. El otro día tropecé con él a mi pesar y antes de poder huir del canal le oí contestar a una pregunta que le hacían sobre una supuesta información que él mimo acababa de colar sobre fichajes y dimisiones, que ya hay que tener fe. El individuo, sin despeinarse, contestó periodísticamente. No lo sé, pero me da que si.

Me da que sí, chúpate esa. Periodismo fetén, envidia de maestros legendarios, profesional de raza, un grande al servicio de la verdad a costa de todo y a cambio de nada. Aunque, como en este caso, la verdad no sea la verdad, ni siquiera la mentira, sino un ente flotante, inocuo y gaseoso. Para este viaje no hacían falta tales alforjas, parece que la libertad de prensa sumada a la crisis económica han dado un subproducto tóxico, porque la abundancia de estos cantamañanas y la descarada militancia de unos y otros equidistantes en casi todos los casos de algo parecido a la realidad son muestra palmaria de que el derecho a la información está reiteradamente siendo negado a la masa del populacho, habituado, eso sí, paulatinamente al descenso imparable de calidad en formas y fondo, de manera que ya casi nadie nota que está siendo estafado. Una consecuencia del todo vale, es la polarización, el gentío, azuzado por ilustres mediocridades que necesitan valerse de extremos para subsistir, cada vez está más apasionado y menos racional. Véase el futbol, véase la política

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