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Al último maestro temporero del concejo de Tineo

29 de Enero del 2016 - Senén González Ramírez (Tineo)

Ocurrió el pasado 22 de enero. Un día climatológicamente atípico para estas calendas, fallecía en el Hospital Comarcal de Cangas del Narcea, a los 95 años de edad, don Manuel Patallo Álvarez, último maestro temporero del concejo de Tineo. Natural del pueblo somedano de Valle de Lago, donde ve la primera luz un ocho de diciembre de 1920. Su niñez envuelta en un medio hostil, le templó el alma reciamente para la lucha por la vida. Tan solo concurrió a la escuela pública hasta los catorce años, compaginando los estudios como no podría ser de otra manera, con las faenas del campo en la casa petrucial o de criado en otras explotaciones. Solía sustituir a los maestros titulados ante las ausencias de éstos, lo que le dio pie a dedicarse a la pedagogía rural y ganarse algún dinero. Con un exiguo bagaje cultural emprende un éxodo educativo por los pueblos de Quintana y San Esteban del concejo de Miranda; también lo fue en Arbodas (Salas); recalando finalmente en el de Tineo, donde sentaría sus reales como maestro temporero; trabajando posteriormente en montajes, minas o artesanía de la madera; aquí contrajo matrimonio y nacieron sus hijos y nietos. Vivió en Las Colladas, una aldea pequeña y tranquila, encuadrada eclesiásticamente en la feligresía de San Mamés de Nieres.

Una bruñida tarde de principios de septiembre del pasado año, en compañía de mi amigo Adelino, me acerqué hasta Las Colladas y tener el placer de conocerle y escuchar en propios labios su experiencia vital. Reposa esta aldehuela en la suave estribación de una montaña. La sierra de la Manteca que se manifiesta hacia el Sur, asemeja una formidable bambalina de color azul cobalto. Y hacia el oeste, de Norte a Sur se extiende una gándara tapizada de monte bajo que se asoma a un extenso y profundo cantil, tajado por el arroyo Farandón, bordeando una extensa planicie. Y más allá se columbra la aldea de Llaneces de la Barca; otros pueblos se vislumbran en la lejanía. Aquí vivió este pedagogo rodeado de una naturaleza sin parangón y del todo interesante desde el punto de vista geológico. De buen aspecto físico en aquel momento, pese a ya estar transitando el último lustro y convertirse en centenario; tan solo una sordera incorregible dificultó un poco el diálogo, pero no fue óbice para escucharle y meterse un poco en su piel de circunstancias a veces buenas, otras no tanto. Unas ya pasadas; otras presentes y risueñas al tener a su lado a su esposa doña María Argentina Escaladas. Disfrutar de sus dos hijos y nietos.

Cuando llegamos a su casa se estaba afeitando a la vieja usanza. Mientras recogía el menaje estuvimos acompañados de su esposa Argentina. La que reiteradamente trataba de obsequiarnos con café. Al poco tiempo aparece en la cocina el señor Patallo, recién afeitado, tan solo le tuvimos que indicar limpiase la cara de algún resto de espuma de jabón. De pequeña estatura, rostro tostado y ojos profundos y escudriñadores, con algo hebraico en la nariz. De inmediato pregunta el motivo de la visita, y pasa a relatarnos retazos de su vida. Al fijarse nuestro interés de su experiencia como maestro temporero, dice fue motivado por la necesidad de buscarse la vida más allá del lugar que le vio nacer. En sus andanzas por las tierras de Tineo donde definitivamente recaló, estuvo de maestro en El Faedal. Recordaba cómo estando ejerciendo la docencia en ese pueblo lo denunció el maestro de Nieres por intrusismo. Y un tiempo y por nombramiento de don Manuel de la Cera, del Fondal, ejerció en la escuela de Nieres, cobrando del Ministerio 3.000 pesetas al mes. Lógicamente su vida laboral y de la que verdaderamente se sostuvo fue en los inicios de la construcción de la presa de Calabazos y en las minas de caolín.

Don Manuel Patallo fue la última representación del siglo XXI de un sistema de enseñanza, documentada en el concejo de Tineo ya en el siglo XVIII, y que se extendió hasta bien avanzado el pasado siglo. La Contrata de Maestros en Gera que tan bien describió don Aurelio de Llano, de aquellos jóvenes procedentes de Laceana y Las Babias, con una rústica formación, eran contratados por las comisiones de los pueblos en el puente de Gera, y que gracias a este sistema educativo sus hijos no se quedaban sin ilustración. Las disciplinas consistían en las cuatro reglas, problemas, leer y escribir. Idénticas a las que don Manuel impartía a sus discípulos. Pero él nos recalcó “...y buenos consejos...”.

Con esos buenos consejos que el señor Patallo dio a sus alumnos, su vida se fue deslizando lentamente hacia las desconocidas regiones de la eternidad. Pero sus instrucciones y consejos estoy seguro que a más de uno, le han servido de guía y conocimiento para emprender el largo trajín de la vida.

Descanse en paz, don Manuel.

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