Necrológica: Cueiro sin Riera
Riera era. El primero en llegar a la Veiga de Cueiro. Todo lo tenía atado y muy bien atado. No faltaban detalles. Él era el encargado de recoger el primer rayo de sol que bajaba de La Celada o del alto La Casa. Luego íbamos llegando Mari Cruz, Jose, Mari, Mario, Sandalio… y otros amigos de lo que fuera la feria más antigua de Asturias.
Arriba en el Campo Cueiro, que como un hórreo se sostiene sobre cuatro pegoyos: Teverga, Somiedo, Miranda y Grado. El Camín Real de La Mesa traía y llevaba romeros y romeras como en tiempos del emperador Augusto cuando viajaba por la calzada romana con sus legiones y mercaderes; luego vía de Asturias con Castilla. Jovellanos escribe hermosas páginas en sus Diarios sobre aquellos parajes.
Subtítulo: Hombre de bien, amante de lo asturiano, comprometido con sus ideas y deseoso de aprender
Era José Riera hombre de bien, amante de lo asturiano, con un clavel prendido en la solapa, dinámico y también una sonrisa entre los labios. Nada faltaba. Incluso con mal tiempo, niebla o lluvia, allí estaba Riera para disponerlo todo cuando ya las subvenciones y las ayudas para los festejos habían sido solicitadas por un lado y por otro: pregón (grandes pregoneros pasaron por Cueiro), misa en honor de Santa Marina, recordando la ermita destruida y la venta a la vera de la senda; tiro a la cuerda (homes ia mucheres), canción vernácula, juegos tradicionales, corte de leña, comida campestre, recuerdos para los ancianos, carrera de caballos por la Veiga y baile y más baile hasta que la neblina nos echaba a todos. Una bella e inolvidable jornada.
En estos días Riera se nos fue de las manos de manera apacible. Es muy joven uno para morirse antes de los 70 y sobre todo con tantas inquietudes. No era mayor, ni mucho menos viejo. Anciano lo es aquel que vive más de recuerdos que de ilusiones. Y Riera estaba colmado de esperanzas y de futuro. Comprometido con sus ideas. Deseoso de aprender en los cursos de Extensión Universitaria con David Ruiz y otros historiadores pero sobre todo en la Universidad de la vida en la que era catedrático.
En estos días sus cenizas son esparcidas por la Veiga donde tantas veces nos colmó de alegría y ganas de vivir. La buena semilla dará sus frutos y así en la próxima primavera habrá entre las flores silvestres un manojo de claveles que abrirán sus pétalos al sol invitándonos al recuerdo del amigo querido, de que la vida continúa su periplo hacia la nada y que Cueiro seguirá siendo su fiesta y la de todos. Paz al buen amigo y dolor y sentimiento compartido con los suyos que también son los míos. Riera era.
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