Chaqueteros, descamisados y otras hierbas
Tengo para mí que González fue el mejor presidente, ya que lideró los cambios más notables de la nación en los últimos tiempos. Agarró un país en la Edad de Piedra y lo puso en todos los foros posibles con razonable dignidad. Pero se podría decir que su época pasó incluso estando él todavía a los mandos, como le gusta decir, excuso enumerar aquí algunos de los notables baldones que jalonaron su etapa final. Después tuvo el decoro de echarse a un lado sin molestar, los jarrones chinos y tal.
Aznar, como ex presidente, ha sido más ruidoso, un Pepito Grillo, el bicho que picó al tren, posiblemente dolido porque la mediocridad que escogió a dedo de su libreta azul para la sucesión no fue tan manejable como él esperaba.
En lo único que se han mostrado iguales estos dos es en sus fotografías en yates de amigotes millonarios, uno fumando puros y el otro luciendo tipo. Hasta que llegó Podemos. Ahora entrelazan sus manos para advertir del peligro. El que nos llevó a una guerra mintiendo, el de los GAL, el líder de un partido que en cuanto echas una red atrapas a un cardumen de chorizos, el que nos engañó con la OTAN, Kio, Filesa, Roldán en fin.
Por si fuera poco se unen a los aullidos los barones del PSOE, me niego a llamarles socialistas. Como su remoquete indica, son una suerte de aristócratas con un remoto pasado rojeras, acomodados en mullidos sillones, reclamando parabienes al parecer bien merecidos tras añares de servicio a la patria y propalando insidias incluso dentro del partido que les da de comer. Así están las cosas. Algunos de estos, si tuvieran redaños, podrían hacer alarde de ellos siendo tan pinchaúvas con, por ejemplo, alguna hidroeléctrica o telefónica, pero claro, sería pedir que mordieran la mano que mece las cunas, incluso las suyas, y eso es exigir más valor del debido. Es más fácil apuntar a los perroflautas, olvidados de cuando ellos mismos eran los descamisados. Cómo cambian los tiempos. Podrían estarse calladitos, arrebujados, en el peor de los casos, en un silloncito en el Senado, rodeados de pleistocena fauna como ellos, trastos de difícil uso llevando a casa un jornal aseado a cambio de levantar, tres o cuatro veces en una mañana, un glúteo para dejar escapar ventosidades. Me da que a partir de cierta edad ya sólo se puede ser de izquierdas si se asume la derrota como forma de pensamiento. Estos pájaros, que se revuelven con felina celeridad contra la menor señal de peligro, son muestra palmaria del precio del alma. Por mucho carné que tengan.
Al menos, en la derecha, son consecuentes con su proceder de principio a fin. Amos y esclavos a la vez de sus lealtades. Se les ve venir y a nadie con un coeficiente intelectual suficiente como para peinarse pueden engañar. Pero ojo, entre los unos, los otros y los marotos, tendremos el gobierno que merecemos. No lo olviden.
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