Modern love
Lo contemporáneo no puede reunificarse o reducirse a un solo sentido porque respiramos en un sistema que promueve el famoso pluralismo, la diferencia pro la diferencia y la camaleónica individuación del sujeto, ofreciendo una imagen de la sociedad totalmente atomizada. De ahí el mercadeo constante de tendencias “hipsters”, terapias alternativas, literaturas de autoayuda, luchas de género, aparición de la “dignidad” animalista o de los cyborgs. La adoración a la Madre Tierra maltratada y a la Diosa Ecología. El abandono, en la era del vacío, de los grandes relatos que han legitimado el fáustico Occidente. Es la hora de lo no tradicional aparentemente. Se rechazan también las categorías jerarquizadas de valores. Articulándose microrelatos en torno a grupos identitarios “indies”, intrahistorias de personajes colectivos rescatados o “naciones emergentes”, arrumbada la importancia cohesiva de lo común, producto del Estado-Nación. Son tiempos de relativismo obligatorio, síndromes acaparadores, afirmación de lo escapista y líquido; de emotivismos de Peter Pan. Libertades y espejismos que crean seres bulímicos frikis, cultos estetizantes, ansiedad y entretenimientos virtuales. Así como la militancia iconoclasta resultona, egos hipetrofiados por lo mediático y las redes sociales. Sin embargo, también es época de majo voluntariado, participación, denuncia de las condiciones reales de muchos sectores olvidados. De una nueva sociabilidad que supere el desencanto, el nihilismo y las agudas inflamaciones de los -ismos, en aras de una ética del compartir rehumanizadora para vivir juntos de nuevo en sociedades pluralistas, donde los lazos y vínculos son muy frágiles, el feminismo equilibrador avanza y es discurso oficial, los valores clásicos parece ya ser ajenos a mucha gente y no hay otra divisa que “apocalípticos o integrados”. Pero tenemos todos un sustrato común frente al imperio de lo efímero, el egocentrismo y la sociedad entre la indiferencia.
José Luis López Tamargo, Oviedo
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