Don Saturno...
Como cariñosamente solía llamarle. Me ha dejado un nudo en la garganta, tras enterarme de su fallecimiento de manera inesperada, por medio de la necrológica de un común admirador, de Gracia Noriega (LNE 24-01-16), a cuyo desglose biográfico sobre "Satur", de su magistral escribir, queda poco por añadir. Yo, que esperaba pasar un buen tiempo para no hacer escritos sobre el fallecimiento de cordiales amigos, como lo hiciera el pasado diciembre con los fraternos Bousoño, el barón de Grado, el cubano-lavianés Efraín Canella Gutiérrez y Roberto Trelles, con pesar vuelvo a la carga. Pero es que, irremediablemente, nuestro pasajero existir es así...
Su recuerdo, en la afamada Casa Conrado, aunque como excepcional camarero ya se había jubilado, mientras sus puertas se encuentren abiertas, permanecerán de luto y añoranzas. Hace como un año, casualmente, nos encontramos por la calle Uría y en un cordial saludo, con su buen humor de siempre, e inapagable sonrisa, me notificaba que ahora, con su familia, se dedicaba a cuidar unas vaquitas... Aunque echaba mucho de menos a la clientela inolvidable del restaurante Conrado. Donde el que suscribe desde hace muchos años tuvo la alegría y honor de conocerlo, cuando departía los mediodías con personas relevantes de la justicia, magistrados y notables personas de las letras. Algunos de ellos, de seguro, ahora, viviendo en la eternidad de los cielos, lo habrán saludado a su llegada, dándole la bienvenida, creyendo tal vez que aparecía por allí para ofrecerles alguna especial comida o pinchos, que es lo que ahora se lleva, con un buen vino, tales sus profesionales consejos... Este sábado, cerrando casi el mes de enero, con una misa funeral, su amada esposa, hijas, hermanos, demás familiares y amigos, que le honraron con la fraternal amistad de González Antón, lo tendrán muy presente en la capilla del Rey Casto en la Santa Catedral de Oviedo. Descanse en paz, don Saturno... ¡Se lo merece!
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