A toro pasado

1 de Febrero del 2016 - José Luis Peira (Oviedo)

Convenientemente amortizado el debate sobre la foto del torero con la cría en brazos se me ocurre exponer algunas consideraciones.

Vaya por delante que no soy aficionado al toreo y me gustaría un mundo en el que no existiera ese espectáculo. Las razones son asunto de debate que no viene ahora al caso. Esta aclaración debería sobrar, ya que lo que quiero exponer poco tiene que ver con el universo taurino, pero vivimos en una era en la que todo debe quedar aclarado para que interpretaciones viscerales no cieguen opciones de entendimiento.

Lo que me ha raspado de este y otros debates semejantes y absurdos es la pureza de palabra y obra que se les exige a los demás. Una foto, como es el caso, desencadena una avalancha de defensores a ultranza de la infancia, habitantes, supongo, de un planeta que yo no conozco en el que los infantes son protegidos por conductas que sólo procuran su bien. Doy por hecho que en ese planeta o asteroide nadie comete imprudencias si lleva a los niños en el coche, incluso sin cometerlas. Imagino que nadie allí les da de comer bollería industrial, ni les consiente que vean la televisión por horas, con toda esa violencia explícita y verbal y todos esos contenidos de dudosa catadura moral, incluyendo debatillos de segunda en los que se invoca a los derechos del menor. Doy por hecho, que en ese mundo, los padres no chillan a los críos en los partidos de los sábados del colegio descalificando incluso a los otros niños rivales. Seguramente tampoco les atiborran de videojuegos de toda laya para que molesten lo menos posible en la hora de la siesta o resaca, según. Tampoco creo que en ese astro se les ocurra llevar a los niños a pasar el sábado a un centro comercial, en lugar de llevarles a que les dé el aíre, para que no se hagan consumidores ansiosos y pequeños frustrados que precisan de premios constantes, efímeros y caprichosos. Estoy convencido, en fin, que en ese espacio de equilibrio, no se oculta el amor ante ellos y sí las disputas, los improperios al prójimo y se elude vomitar ideologías confusas en su presencia. Que se les habla razonablemente según edad y características de asuntos de adultos y por descontado no se consume ninguna droga en su presencia, y eso incluye al vino de mesa.

En fin, que todos esos que apelaron al estricto sentido común de la protección que un famoso le debe a su hijo y reivindicaron que a los nenes no se les exponga a riesgos deben ser habitantes de ese lugar y que jamás, jamás, jamás, pusieron en peligro de ninguna manera a ningún niño suyo o ajeno.

Como ven, no es este un debate taurino, sino de perfectos e imperfectos, que somos todos los demás.

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