Carta de apoyo a Antón Caamaño
Enciendo mi ordenador. Hago doble clic para acceder a internet. Miro Facebook. Leo. Me asombro. Vuelvo a leer. Frunzo el ceño. Leo una y otra vez. Siento rabia. No, mejor dicho: una mezcla de rabia e impotencia. No, quiero hilar más fino, ser más preciso: un cóctel explosivo de rabia, impotencia y vergüenza que me llevan corriendo al procesador de textos más cercano para escribir estas líneas en caliente. ¿Los motivos? Múltiples y variados, pero vayamos por partes.
El martes 2 de febrero salta la noticia en la prensa asturiana: Antón Caamaño, profesional del teatro de nuestra región, se convertía en el primer doctorado en Artes Escénicas de Asturias gracias a su tesis sobre la (imperiosa) necesidad de crear un centro dramático en el Principado que dinamice, de una vez por todas, la maltrecha escena profesional astur. Caamaño, en uno de sus derechos más básicos como ciudadano, redacta su tesis en asturiano, pero tiene que defenderla en la Universidad de Vigo porque la de Oviedo no entiende de estas artes ni de estos lenguajes de titiriteros.
Es aquí donde fermenta mi cóctel explosivo, el que me lleva taladrando las sienes desde que conocí la nueva. Yo, asturiano de Gijón, me avergüenzo de que un paisano mío, con una extensa carrera en el mundo de las artes escénicas y el audiovisual, tenga que buscar amparo académico en la comunidad vecina porque la suya le niega el derecho a expresarse en su propia lengua. Yo, asturiano de Gijón, expulso bilis por la boca cuando leo en los comentarios de Facebook de esta noticia piropos dedicados a Caamaño que van desde el friki al mamón, pasando por retrasao y demás linduras que denotan el amor por el arte, las raíces y la lengua de mis congéneres antediluvianos. Yo, asturiano de Gijón, no sabe qué más decir ni hacer para que nuestros dirigentes, nuestros rectores o la mismísima Santina se espabilen y comiencen a proteger el patrimonio artístico, lingüístico y cultural de una región que, poco a poco, va camino de convertirse en un solar o un geriátrico para la tercera edad. Si no lo es ya.
¿Qué más tiene que pasar en Asturias, señores, para que se nos caiga totalmente la cara de vergüenza y despertemos? ¿Qué tenemos que hacer para que en nuestra región, en nuestro Estado, se valore y se promocione el arte y a quienes trabajan en él y para él? ¿Por qué Caamaño y un servidor tenemos que venirnos a Galicia para que se nos dé una educación artística pública y de calidad sin privarnos de nuestras raíces? ¿Por qué el teatro está tan estigmatizado, perseguido y denostado en el Principado y no se incentiva la creación profesional desde los poderes públicos? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Cierro Facebook. Salgo de internet. Apago el PC. Demasiada realidad y mala leche por hoy. Demasiados gigantes contra los que luchar, compañero Caamaño.
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