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Maltrato, castigo físico y agresiones a padres

4 de Febrero del 2016 - Rafael March Ortega (Laguna de Duero)

En relación con la noticia aparecida en su periódico el pasado 3 de febrero, titulada: Los hijos devuelven la bofetada: El fiscal jefe de menores advierte del aumento de casos de niños y adolescentes que agreden a sus progenitores, creo necesario llevar a cabo dos puntualizaciones. En primer lugar, en su artículo se utilizan las acepciones castigo físico y maltrato físico como si fueran equivalentes, y esto no es así. Por perjudicial y reprochable que el empleo del castigo físico nos pueda parecer, no hay que confundir este con el maltrato, tal y como señalan los especialistas en el tema (véase Gershoff, 2002.- Conductas y experiencias en la infancia asociadas al castigo físico: una revisión meta-analítica) y aparece reflejado en los documentos que utilizan los servicios encargados de la Protección a la infancia. Así, por ejemplo, la Guía de Detección y Notificación de situaciones de Maltrato utilizada en la Junta de Castilla y León (basada a su vez en la Guía de actuación ante situaciones de maltrato y abandono infantil: detección/notificación, investigación y evolución de Joaquín de Paul Ochotorena, M. Ignacia Arruabarrena Madariaga, y Bárbara Torres Gómez de Cádiz Aguilera) deja claro que para que una acción de los padres pueda ser calificada como maltrato físico, el niño debe presentar lesiones físicas o en su defecto evidenciarse que la intensidad de la reacción del padre/madre no se corresponde con la gravedad del comportamiento del niño ni está en concordancia con su edad o nivel de desarrollo, que el padre/madre prolongo el castigo y, por último, que el niño presenta una reacción de tensión emocional no justificada.

En segundo lugar, y ahora sí entramos en el meollo de la cuestión, tanto en el titular como a lo largo del propio artículo se sugiere una relación directa entre las prácticas de castigo físico y el hecho de que los adolescentes agredan después a sus padres. Si bien es cierto que algunos de los chicos maltratados se convierten en adultos maltratadores (otros, al contrario, se vuelve defensores a ultranza de la no violencia y por ende en padres permisivos), y si bien se ha comprobado que algunos de los chicos que ejercen la violencia contra sus padres habían sido objeto durante sus primeros años de verdaderas palizas, esto no es así la mayoría las veces. Tal y como afirma la propia Kathy Spatz Widom en su obra El ciclo de la violencia (1992), aunque el 15,8% de delincuentes juveniles de la población bajo su estudio había sufrido abusos físicos durante su infancia, ni este factor constituía por sí solo toda la explicación ni puede afirmarse que las conductas antisociales de estos jóvenes fueran la consecuencia de haber sufrido violencia familiar. Otro reputado especialista en el ámbito de la Violencia Filioparental, Haim Omer (Resistencia no-violenta. Un nuevo enfoque a los niños violentos y autodestructivos, 2004) sostiene que el adulto agresor no tuvo porque ser necesariamente un niño agredido pero sí pudo ser un niño agresor. Esta conclusión se ve apoyada con las investigaciones de Cristina Rechea Alberola y Ana Luz Cuervo en nuestro país (Menores agresores en el ámbito familiar: estudio de casos) cuando afirman que un 60% de las familias investigadas no había vivido ningún tipo de violencia doméstica «descontada la ejercida por el hijo maltratador»; o por los trabajos de Izaskun Ibabe en el País Vasco (Predictores familiares de la violencia filio-parental: el papel de la disciplina familia), quien plantea en un artículo publicado en el 2015 que la mera supervisión por parte de los padres y el castigo no-físico se asocian per se a un mayor nivel de violencia física y psicológica de los hijos adolescentes hacia sus padres.

En resumen, que el castigo físico sea algo reprobable poco tiene que ver con la Violencia filioparental. Meterlo todo en el mismo saco y hacer conexiones espurias solo contribuye a crear confusión y hacer que los padres víctimas de violencia, a manos de sus hijos, sean vistos una vez más como merecedores del problema que sufren.

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