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El carro de Manolo

4 de Noviembre del 2009 - José M.ª Fernández del Valle (Gijón)

Por los años sesenta se habló mucho del carro que le habían robado a nuestro entrañable Manolo Escobar, y eso que fue preguntando por toda España y todo quedó en un misterio. También por aquella época sucedió el asesinato del querido y amado gitano Antón, pero en esta ocasión se localizó al culpable, o eso se creía hasta ahora. A raíz del robo del carro, y como se aproximaban las Navidades y como el día 1 de enero es San Manuel, los hermanos de Manolo Escobar decidieron darle un regalo: el presente que más quería, que no era otro más que el carro (que le habían usurpado con nocturnidad pero sin alevosía), y sospechando que sería un gitano el autor del robo, buscaron al culpable y en ésas dieron con el patriarca Antón y, hacía él se dirigieron, no porque creyesen que era él, sino que como patriarca lo sabría. Lo secuestraron y por medio de tortura intentaron que les dijese el nombre del ladrón, si lo sabía o no es una cosa que los hermanos no pudieron comprobar in situ, ni nunca, pues se les fue la mano, al no ser profesionales, y el probe Antón la palmó. La Policía se puso a hacer pesquisas y detuvieron a un indigente que rondaba por aquella zona. Después de muchos interrogatorios (eso sí, por profesionales) el pordiosero no cantaba, con lo que llegaron a la conclusión de que era inocente; ahora bien, si lo soltaban, qué hacer, pues la investigación la llevaba en persona el mismísimo ministro de la Gobernación, también llamado Manuel, pero con el «don» por delante, y con qué cara se le presentarían. En ésas reciben un chivatazo sobre los hermanos del cantante que los incrimina con pelos y señales, y la investigación se complica todavía más: ¿cómo detener a los hermanos del cantante de la España nacional-católica sin quedar dañado el régimen vigente y así solucionar el execrable crimen? Pues, como hace ahora la ministra de Fomento: si está en Asturias, todos sus males son culpa de Álvarez-Cascos, y si es en Cataluña, el culpable es el constructor, y así se imputó al único sospechoso, indigente para más agravante y del que nadie iba a preocuparse. Procesado y convicto, salió de la cárcel con la amnistía del 77 y hoy en día se le puede ver a la puerta de las iglesias de los alrededores de Madrid mendigando con un letrero que dice: «Padre con cuatro ijos sin casa, sin travajo y ex-preso de Franco», y así se gana la vida.

Y termino el cuento tal como me lo contaron a mí, y añado: «Si quieres ser feliz, no te importe que te crean tonto» (Séneca).

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