Atraco impune
Que las entidades financieras gozan de una mala reputación es notorio y público; que dichas organizaciones se hayan granjeado el dudoso honor de explotar a sus clientes de una manera inmisericorde no es ninguna novedad; que se disputen con las constructoras el primer puesto en el ranking de la corrupción: incluso que la mayoría de los mortales sienta animadversión, cuando no odio, por bancos que, según los expertos, estuvieron en la génesis y desarrollo de la crisis.
Voy a poner un ejemplo de una práctica que demuestra prácticas abusivas y amorales: una organización sin ánimo de lucro y declarada de interés público mantiene una cuenta corriente en una entidad bancaria; una persona voluntaria encargada de cobrar los recibos de socios y colaboradores de dicha compañía procedió a realizar el ingreso mensual de lo percibido en la oficina bancaria donde figura abierta la mencionada cuenta y su sorpresa fue mayúscula cuando le reclaman la cantidad de dos euros por efectuar esta operación. Ante su estupor la cajera le indica que a partir del mes de diciembre se cobran dos euros por los ingresos cuando no se es titular de la cuenta.
Con éstas y otras deshonestas operaciones, como las comisiones por la utilización de los cajeros, es como obtienen los ingentes beneficios las entidades financieras en este país, ante la pasividad, cuando no complicidad, de los gobiernos de turno. Ni quinto, ni cuarto, ni los tres de Montesquieu, el poder real y omnímodo es el financiero.
Pero si sangrante es que a cualquier persona le graven con una comisión a todas luces injusta e injustificada, cuando se trata de una ONG la tropelía y la inmoralidad es extrema.
Y para añadir más ignominia, la entidad en cuestión es una que en su tiempo tuvo el calificativo de social, era pública e íntegramente asturiana, convertida hoy en un lobo más del mundo de la especulación y las finanzas, carente de toda ética, como la mayoría.
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