País de titiritada
"Títeres Desde Abajo", el grupo teatral que fue contratado por el Ayuntamiento de Madrid para el Carnaval y cuya representación satírica acabó con sus dos integrantes en prisión -aunque ya estén en la calle-, acusados de un delito de enaltecimiento del terrorismo, es la penúltima polémica que ha corrido como la pólvora por las redes sociales y de cuyos hechos ha tenido que pedir públicamente perdón la actual alcaldesa del Consistorio madrileño, Manuela Carmena.
Parece que no bastó con el vodevil electoral prenavideño, que había que armarla en Reyes. Estamos hartos de las filosofías llevadas al extremo que convierten a sus defensores en exaltados radicalistas y liberticidas. Y en eso está derivando esta maniática pretensión laica de aleccionar al creyente diciéndole cómo ha de practicar una religión en la que ellos no creen; un ridículo absoluto que termina en un engendro de bautizos, bodas y comuniones laicos donde un tipo con boina les recita el manifiesto comunista porque sí.
Las cabalgatas de media España este año han sido eso, un canto al patetismo, a la humillación de una parte del electorado. Si no le gusta el cine, no vaya; si no cree en la Navidad, no celebre; pero el cargo público obliga a abandonar el proselitismo y gobernar para todos, señora alcaldesa.
No hay mayor religión en una sociedad que la propia conciencia, que nos permite el lujo de soportarnos mutuamente.
El resto, regidora, en mi pueblo lo llamamos dictadura.
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