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Carta abierta al desgobierno de Oviedo

16 de Febrero del 2016 - Martín Montes Peón (Oviedo)

Puedo y quiero afirmar, que me hubiese sentido encantado de poder ocupar este espacio para felicitar al gobierno municipal de Oviedo, y por extensión, a los concejales que componen el mismo. Añadir, que en modo alguno seré quien haga crítica sobre el acuerdo tripartito para alcanzar la Alcaldía, en primer lugar porque la legítima aritmética así lo permite, y en segundo término, porque resultaba infumable que siguieran al frente quienes durante más de dos décadas convirtieron el Ayuntamiento en su cortijo particular.

Aire fresco fue lo que miles de ciudadanos entendieron, o entendimos, que era lo que hacía falta en esta ciudad, pero ya han pasado algo más de los cien días de gracia, y vamos por el séptimo u octavo mes de gestión, y el resultado no puede ser más decepcionante. Habría que empezar por resaltar el fracaso rotundo de encontrarnos a mitad de febrero sin aprobar los presupuestos, principal herramienta para la gestión del municipio, contando como se cuenta, con una supuesta mayoría en el pleno para haberlos elaborado, tramitado y aprobado holgadamente antes de concluir el año. Por sí sola, esta circunstancia solo puede obedecer a una absoluta impericia en materia económica, o a una más que negligente decisión de encomendar un área tan importante, a alguien que hasta hace cuatro días, seguramente sabría diagnosticar con acierto la dolencia física de un paciente, pero no así a distinguir un debe de un haber. Lo cierto es que no sé cuál de los dos supuestos es peor.

Demasiado ruido y muy pocas nueces, sería una definición benigna para calificar lo que ha dado de sí, hasta el momento, la gestión del municipio desde el pasado mes de junio. Hemos asistido, hasta el cansancio, a frases grandilocuentes, declaraciones de intenciones, que se han quedado en eso, en intenciones, y en un abundante arsenal de palabrería que, francamente, no creo que ya impresionen a nadie, por más que llenen la ciudad de vallas publicitarias para engordar su autocomplacencia. “Gobernamos para la gente”, faltaría que no fuera así, aunque a la vista de la gestión, habrá que ir descifrando para qué gente. “Vamos a levantar las alfombras”, pues lo que es de momento, si no han sido capaces de elaborar un presupuesto a tiempo, desconozco cómo narices van auditar y rastrear las cuentas más que oscuras, que se adivinan tras largos años de una gestión que ha sido cualquier cosa menos transparente.

Y con ser preocupante lo anterior, lo es tanto o más el desmedido afán de no pocos concejales y concejalas por tratar de impartir doctrina a cualquier precio y en cualquier circunstancia, aunque no venga cuento. La impresión cada vez más generalizada que corre entre la ciudadanía, es que la mayoría de los munícipes están muy lejos de justificar el sueldo que cobran, aunque algunos se lo hayan rebajado de manera voluntaria. En cualquier empresa privada, cualquiera de los integrantes del gobierno municipal, hace rato que habrían sido despedidos procedentemente por incompetentes. De acuerdo, también lo que ahora lamen sus heridas por el limbo de la oposición, pero salta a la vista que casi ninguno de los miembros de la Corporación tiene la menor idea de conceptos tan elementales como son los de la competitividad o la eficacia en la gestión, porque sencillamente siempre han vivido de la “cosa” pública, en mayor o menor proporción, y desde esas atalayas se tiende a desconocer la realidad del común de los trabajadores. Para colmo de males, creo que no existen demasiados precedentes, en cuanto a la intolerancia que muestran ante cualquiera que sea la crítica que se les pueda hacer. Tal parece que son fieles adeptos al “conmigo o contra mí”. En este punto concreto, no puedo dejar de recordarles a las señoras y señores ediles, que en tanto que cargos públicos, están sujetos a la lupa del ciudadano y a la soberana opinión que éstos tengan a bien efectuar, siempre y cuando no se emplee el insulto para expresar su parecer, por no recordar que, como bien dijo en cierta ocasión un ministro que era frecuentemente vapuleado dialécticamente en el Parlamento, la crítica a un cargo público, merecida o no, va incluida en el sueldo.

Desconozco si los gobernantes de esta ciudad tengan pensado variar su errática trayectoria, pero según mi opinión, creo que tendrían que hacer un gran esfuerzo para evitar que la decepción que han generado en miles de ciudadanos continúe creciendo. Personalmente, no tengo reparo en admitir que albergaba sanas esperanzas en que la nueva hornada de concejales que entraron en el Ayuntamiento, sirviera como revulsivo para cambiar de verdad un sistema viciado desde hace demasiado tiempo, pero a la vista de los acontecimientos, no me queda otra alternativa que sumarme al pelotón de los decepcionados. Sobra demasiada palabrería, y faltan hechos y actitudes tangibles. Por sobrar, igual sobran demasiados “juegos de tronos” y falta bastante más rock and roll. Aunque bueno, siempre nos quedará la opción de releer al genial Saramago y repasar su inolvidable novela “Ensayo sobre la lucidez”, más que nada por si en un futuro no lejano hubiera que poner en práctica sus sabias enseñanzas.

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